domingo, 21 de octubre de 2012

ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA EN LA EDAD CONTEMPORÁNEA


La Antropología en la Edad Contemporánea (siglos XVIII-XX):

Kant (1724-1804) contrapone los conceptos de naturaleza y persona. La persona posee conciencia moral, y es el único ser que la posee. Kant define a la persona como “la libertad e independencia frente al mecanicismo de la naturaleza entera”. La persona es el único ser del universo sometido a leyes propias, es decir, sometido a leyes puras, prácticas establecidas por su propia razón. “La persona es la libertad de un ser racional sometido a leyes morales”. Estas leyes morales de las que habla Kant se las da el ser racional a sí mismo, lo cual no quiere decir que sean arbitrarias. 

Las leyes morales se rigen por el imperativo categórico

  • Hagas lo que hagas, hazlo por respeto al deber.
  •  “Obra de tal manera que puedas querer que el motivo por el cual tú haces lo que haces pudieras quererlo para todos los hombres”. 
  •  “OBRA DE TAL MANERA QUE SIEMPRE RESPETES LA DIGNIDAD DEL HOMBRE, TANTO EN LA PERSONA DE LOS DEMÁS COMO EN TU PROPIA PERSONA”.
  •  “No debo nunca utilizar a los demás como medio, porque todo hombre es un fin en sí mismo”. “Dos cosas llenan de admiración mi espíritu: el ciclo estrellado sobre mi cabeza y la ley moral sobre mi corazón”.
Siglo XX. Aparece una corriente filosófica llamada personalismo. El principal representante es Maunier (1905-1950), que define a la persona como: 

“Un ser espiritual constituido como tal por una manera de subsistencia y de independencia en su ser; conserva esa subsistencia por la adhesión a una jerarquía de valores libremente aceptada; esos valores son asimilados y vividos por un compromiso responsable y una constante conversión. Unifica así toda su actividad en la libertad y desarrolla por añadidura a impulsos de actos creadores la singularidad de su vocación”. 

En ésta descripción de persona aparecen rasgos característicos de lo que nos hace ser persona y son los siguientes:

  • La persona es un ser singular, único. “Ésta identidad que tiene la persona consigo misma no es la identidad muerta de una roca, que ni nace, ni cambia, ni envejece; no es la identidad de un todo que se abraza en una fórmula; no se presenta ni como algo dado, tal como mi herencia o mis aptitudes, ni tampoco como pura adquisición. Ésta identidad es el desenvolvimiento progresivo de un principio espiritual de vida que llamamos vocación (llamada interior)”. 
  •  La vocación es lo que nos hace singulares y únicos. Ésta supone descubrir unos valores y adherirse libremente a ellos y comprometerse en su realización.
  •  La libertad no es algo que se tiene sino algo que se experimenta, algo que se vive. “En ninguna parte encuentra la persona la libertad dada y constituida. Nada en el mundo le asegura que ella es libre si no penetra audazmente en la experiencia de su libertad. Uno es libre en el momento de elegir unos valores.
  •  Ser persona es comprometerse con la realización de esos valores libremente elegidos. El compromiso debe llevar a la acción que modifique la realidad exterior, que nos forme, que nos acerque a los hombres o que enriquezca nuestro universo de valores. Comprometerse no es adherirse ciegamente a algo o a alguien, por temperamento o como por instinto, ni siquiera por entusiasmo. Todo compromiso comporta o exige una entrega consciente, fruto del conocimiento, reflexiva y constantemente revisada.

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