Desde el siglo XV la filosofía occidental ha estado marcada por
una interacción continua entre sistemas de pensamiento basados en una
interpretación mecanicista y materialista del Universo, y aquellos otros que
consideraban al pensamiento humano como la única realidad última. Esta
interacción reflejó el creciente efecto del descubrimiento científico y el
cambio político en la especulación filosófica.
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Mecanicismo y materialismo | |
Los siglos XV y XVI marcaron un periodo de cambios radicales en
el ámbito social, político e intelectual. La exploración del mundo, la Reforma
protestante (con su énfasis en la fe individual), el auge de la sociedad urbana
comercial y la aparición de nuevas ideas en todas las áreas de la cultura
estimularon el desarrollo de una nueva idea filosófica del Universo. La visión
medieval del cosmos como un orden jerárquico de seres creados y gobernados por
Dios fue sustituida por la visión mecanicista del mundo como una gran máquina
cuyas partes se mueven de acuerdo con estrictas leyes físicas, sin propósito ni
voluntad. El objetivo de la vida humana ya no se concebía como preparación para
la salvación en el otro mundo, sino más bien como la satisfacción de los deseos
naturales del individuo. Las instituciones políticas y los principios éticos
dejaron de ser considerados como reflejo del mandato divino para ser vistos, en
cambio, como resortes prácticos creados por los seres humanos. En esta nueva
visión filosófica, la experiencia y la razón fueron los únicos patrones
efectivos para dilucidar la verdad. La figura del filósofo jesuita español
Francisco Suárez tuvo una gran influencia en la transformación de la escolástica
clásica y en una moderna concepción de la ley y de la autoridad real que, según
Suárez, deriva su poder del consentimiento del pueblo y podía ser rechazada
cuando no era ejercida con justicia.
El primer gran representante de la nueva filosofía fue el
pensador inglés Francis Bacon, barón de Verulam, quien denunció la confianza en
la autoridad y en el discurso verbal, y consideró la lógica aristotélica inútil
para acuñar nuevas leyes físicas. En su obra Novum organum (1620),
Bacon expuso un nuevo método científico basado en la generalización inductiva
realizada desde la observación y la experimentación. Fue el primero en formular
leyes para la inferencia inductiva.
El trabajo del físico y astrónomo italiano Galileo fue de mayor
importancia en el desarrollo de una nueva visión del mundo. Galileo Galilei
resaltó la importancia de aplicar las matemáticas a la formulación de leyes
científicas. Para ello creó la ciencia de la mecánica, que aplicaba los
principios de la geometría a los movimientos de los cuerpos. El éxito de la
mecánica en la formulación de leyes fiables y útiles de la naturaleza llevó a
pensar a Galileo y a otros científicos posteriores que toda la naturaleza está
creada de acuerdo con leyes mecánicas.
Descartes
El matemático, físico y filósofo racionalista francés René
Descartes profundizó en las críticas de Bacon y Galileo sobre los métodos y
creencias existentes, pero al contrario que Bacon —que se inclinaba por la
práctica de un método inductivo basado en hechos observados—, Descartes hizo de
las matemáticas el modelo para toda ciencia, aplicando sus métodos deductivos y
analíticos a todos los campos del saber. En 1637 publicó su primera gran obra,
Ensayos filosóficos, a la cual servía de prólogo el que sería su más
famoso e influyente escrito, Discurso del método. Decidió reconstruir
todo el conocimiento humano sobre una base absolutamente certera al rechazar
cualquier creencia, incluso su propia existencia, hasta que pudiera probarla
como verdadera (escepticismo metodológico). Descartes fundó la prueba lógica de
su propia existencia en el acto de dudar de ella y su famosa afirmación “Cogito,
ergo sum” (“Pienso, luego existo”) le proporcionó el dato cierto o axioma a
partir del cual pudo deducir la existencia de Dios y de las leyes básicas de la
naturaleza. A pesar de su perspectiva mecanicista, Descartes aceptó la
tradicional doctrina religiosa de la inmortalidad del alma y mantuvo que la
mente y el cuerpo son dos sustancias diferentes; de esta forma dejó a la mente
libre de las leyes mecánicas de la naturaleza y consagró la libertad de la
voluntad. Su fundamental separación de mente y cuerpo, conocida como dualismo,
planteó el problema de la explicación de cómo dos sustancias tan diferentes como
cuerpo y mente pueden afectar la una a la otra, problema que fue imposible
resolver y que ha sido desde entonces motivo prioritario de interés en la
filosofía.
Hobbes
El filósofo inglés Thomas Hobbes elaboró un amplio sistema de
metafísica materialista que aportó una solución al problema mente-cuerpo del
dualismo al reducir la mente a los movimientos interiores del cuerpo. Al aplicar
los principios de la mecánica a todas las áreas del conocimiento, definió los
conceptos básicos de cada área (como vida, sensación, razón, valor y justicia)
en términos de materia y movimiento, reduciendo así todos los fenómenos a
relaciones físicas y todas las ciencias a un proceso mecánico. Hobbes expuso su
teoría ética y su teoría política en Leviatán (1651); la primera se
basaba en la afirmación de que las reglas conductuales humanas se rigen por el
instinto de conservación, por lo que justificó las acciones egoístas como una
tendencia natural del ser humano. En consecuencia, su teoría política sostenía
que el gobierno y la justicia social son creaciones artificiales basadas en un
contrato social y mantenidas por la fuerza. Apoyó a la monarquía absoluta como
el medio más efectivo de preservar la paz.
Spinoza
El filósofo holandés Baruch Spinoza elaboró un sistema
filosófico monista claro y riguroso que aportaba nuevas soluciones al problema
mente-cuerpo, al conflicto entre ciencia y religión, y a la eliminación
mecanicista de los valores éticos del mundo natural. Como Descartes, afirmó que
toda la estructura de la naturaleza puede deducirse de unas cuantas definiciones
básicas y axiomáticas, conforme al modelo de la geometría de Euclides. Advirtió
que la teoría cartesiana de las dos sustancias creaba un problema insoluble
sobre cómo interactúan la mente y el cuerpo; llegó a la conclusión que el único
sujeto último de conocimiento ha de ser la sustancia en sí. Al intentar
demostrar que Dios, la sustancia y la naturaleza son idénticos, llegó a la
conclusión panteísta de que todas las cosas son aspectos (o modos) de Dios.
Su respuesta al problema mente-cuerpo (conocida como la teoría
del paralelismo psicológico) explicaba la aparente interacción de mente y cuerpo
al considerarlos como dos atributos de la misma sustancia, paralelas entre sí,
que parecen afectar la una a la otra pero que en realidad no lo hacen. La ética
de Spinoza (patente en una de sus principales obras, Ética), al igual
que la de Hobbes, se basaba en una psicología materialista según la cual los
individuos sólo están motivados por el interés propio; pero al contrario que
Hobbes, Spinoza llegó a la conclusión que el interés propio racional coincide
con el interés de los demás y que la vida más satisfactoria es la que se dedica
al estudio científico y que culmina en el amor intelectual y racional hacia Dios
(amor Dei intelectuallis).
Locke
John Locke, una de las figuras más influyentes del pensamiento
británico, enriqueció la tradición empirista iniciada por Bacon. Dotó al
empirismo de un marco sistemático gracias a la publicación de su Ensayo
sobre el entendimiento humano (1690). Locke atacó la creencia racionalista
predominante de que el conocimiento era independiente de la experiencia. Aunque
aceptó la división cartesiana entre mente y cuerpo y la descripción mecanicista
de la naturaleza, reorientó la filosofía desde el conocimiento del mundo físico
hacia el estudio de la mente. Con esto hizo de la epistemología el principal
objeto de interés de la filosofía moderna. Locke intentó reducir todas las ideas
a simples elementos de la experiencia, pero al distinguir entre sensación y
reflexión como fuentes de la experiencia, determinó que la sensación provee el
material para el conocimiento del mundo externo y la reflexión aporta el
material para el conocimiento de la mente.
Aunque no fue un escéptico, Locke gozó de gran influencia en el
escepticismo del pensamiento británico posterior al reconocer la vaguedad de los
conceptos de la metafísica y señalar que las deducciones sobre el mundo al
margen de la mente no pueden ser probadas con certeza. Sus escritos éticos y
políticos (principalmente Tratados sobre el gobierno civil) tuvieron
también mucha influencia en el pensamiento subsiguiente; los fundadores de la
moderna escuela del utilitarismo, que en síntesis hicieron de la felicidad para
el mayor número de personas la medida del bien y del mal, se inspiraron en sus
escritos. Su defensa del gobierno constitucional, de la tolerancia religiosa y
de los derechos naturales de los individuos marcó el desarrollo del pensamiento
liberal en Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.
Idealismo y escepticismo
El filósofo y matemático alemán Gottfried Wilhelm Leibniz
concibió un sutil y original sistema de filosofía. Combinó los descubrimientos
matemáticos y físicos de su tiempo con las concepciones orgánicas y religiosas
de la naturaleza heredadas del pensamiento clásico y medieval. Leibniz
consideraba el mundo como un número infinito de unidades de fuerza infinitamente
pequeñas, llamadas mónadas, cada una de las cuales es un mundo cerrado
pero que refleja a su vez a todas las demás en su propio sistema de
percepciones. Todas las mónadas son entidades espirituales, pero aquellas con
las percepciones más confusas forman los objetos inanimados y aquellas con las
percepciones más claras (incluido el autoconocimiento y la razón) constituyen
las almas y las mentes de la humanidad. Dios es concebido como la
Mónada de las mónadas, la que crea todas las demás y
predestina su desarrollo de acuerdo con una armonía preestablecida que acaba en
la apariencia de interacción entre las mismas. La idea de Leibniz de que todas
las cosas son orgánicas y espirituales marca el inicio de la tradición
filosófica del idealismo.
Berkeley
El filósofo y obispo anglicano George Berkeley convirtió el
idealismo en una poderosa escuela de pensamiento al unirlo con el escepticismo y
el empirismo, y por ello ha sido muy influyente en la filosofía británica. Al
radicalizar las dudas ya expuestas por Locke sobre el conocimiento del mundo
fuera de la mente, Berkeley declaró que no existe ninguna evidencia de la
realidad material de ese mundo, porque lo único que uno puede observar son las
sensaciones propias y éstas se encuentran en la mente. Afirmaba que existir
significa ser percibido (“esse est percipi”) y que para existir, cuando uno no
las observa, las cosas han de ser percibidas por Dios. Sus principales escritos,
Tratado sobre los principios del conocimiento humano (1710) y Tres
diálogos entre Hilas y Filonus (1713), fueron desestimados por sus
contemporáneos. Sin embargo, al afirmar que los fenómenos sensoriales son los
únicos objetos del conocimiento, Berkeley estableció la visión epistemológica
del fenomenalismo (teoría de la percepción que indica que la materia puede ser
analizada en términos de sensaciones) y orientó el camino que adoptaría el
movimiento positivista en el pensamiento moderno.
Hume
El filósofo e historiador escocés David Hume aplicó la crítica
de Berkeley sobre la sustancia material a la propia creencia de este filósofo en
la sustancia espiritual, afirmando que no existe ninguna evidencia observable de
la existencia de una sustancia suprema, espíritu o Dios. Pese a que su obra
filosófica más importante fue Tratado sobre la naturaleza humana (3
vols., 1739-1740) su pensamiento es más conocido por una versión más breve y
accesible de aquélla, Investigación sobre el entendimiento humano
(1751). Según Hume, todas las afirmaciones metafísicas sobre cosas que no se
pueden percibir de una forma directa carecen asimismo de sentido y tendrían que
“ser entregadas a las llamas”. En sus análisis de la causalidad y de la
inducción, Hume mantuvo que no existe ninguna justificación lógica existe para
creer que dos hechos están conectados por azar o para establecer ninguna
inferencia desde el pasado hacia el futuro, dando lugar así a problemas que
todavía no han sido resueltos. La obra de Hume ha tenido un profundo efecto en
la ciencia moderna al estimular el uso de los procedimientos estadísticos en
lugar de los sistemas deductivos y alentar la redefinición de los conceptos
básicos.
Kant y la Ilustración
En respuesta al escepticismo de Hume, que según sus palabras
“lo despertó de su sueño dogmático”, el filósofo alemán Immanuel Kant construyó
un amplio sistema de filosofía que se sitúa entre los mayores logros
intelectuales de la cultura occidental. Kant combinó el principio empirista de
que todo conocimiento tiene su fuente en la experiencia con la creencia
racionalista en el conocimiento conseguido por la deducción. Sugirió que, aunque
el contenido de la experiencia ha de ser descubierto a través de la propia
experiencia, la mente impone forma y orden en todas sus experiencias y esta
forma y orden pueden ser descubiertos a priori, es decir, mediante la
reflexión. Su afirmación de que causalidad, sustancia, espacio y tiempo, formas
de la intuición pura, son modelos impuestos por la mente en función de su
experiencia dio soporte al idealismo heredado de Leibniz y Berkeley, pero su
filosofía también constituyó una crítica al idealismo al estar de acuerdo con la
afirmación empirista de que las cosas en sí mismas —es decir, las cosas tal y
como existen fuera de la experiencia humana— constituyen la “cosa en sí”
(noumeno incognoscible). Por lo tanto Kant limitó el conocimiento al
“mundo de los fenómenos” de la experiencia, manteniendo que las creencias sobre
el alma, el cosmos y Dios (el “mundo de los nombres” que transcienden la
experiencia humana) son asuntos de fe antes que resultar propios del
conocimiento científico. En sus escritos sobre ética, mantuvo que los principios
morales son imperativos categóricos, que para él significaban mandatos absolutos
de la razón que no admiten excepciones y nada tienen que ver con el placer o el
beneficio práctico. En sus ideas religiosas, que tuvieron un efecto profundo en
la teología protestante, hizo hincapié en la conciencia individual y describió a
Dios sobre todo como un ideal ético. En el pensamiento político y social, Kant
fue una figura de primer orden del movimiento en favor de la razón y la libertad
contra la tradición y la autoridad. Sus principales obras corresponden a la
denominada fase crítica de su pensamiento, especialmente Crítica de la razón
pura (1781), Crítica de la razón práctica (1788) y Crítica del
juicio (1790).
En Francia la actividad intelectual culminó en el periodo
conocido con el nombre de Ilustración que impulsó los cambios sociales que
produjeron la Revolución Francesa. Entre los mayores pensadores de esa época se
encuentran Voltaire, quien (al ampliar la tradición de deísmo iniciada por Locke
y otros pensadores liberales) redujo las creencias religiosas a aquello que
puede ser justificado mediante la inferencia racional a partir del estudio de la
naturaleza; Jean-Jacques Rousseau, que criticó la civilización como una
corrupción de la naturaleza humana en un hombre bueno en su origen y que
desarrolló la doctrina de Hobbes de que el Estado se basa en un contrato social
con sus ciudadanos y representa la voluntad popular; y Denis Diderot, quien con
Jean le Rond d’Alembert elaboró la famosa Enciclopedia, a la que
contribuyeron numerosos científicos y filósofos.
Idealismo absoluto
En Alemania, a través de la influencia de Kant, el idealismo y
el voluntarismo (es decir, la importancia dada a la voluntad) se convirtieron en
las tendencias dominantes. Johann Gottlieb Fichte transformó el idealismo
crítico de Kant en un idealismo absoluto al eliminar las “cosas en sí mismas”
kantianas y hacer de la voluntad la realidad última. Fichte mantuvo que el mundo
es creado por un activo Yo, del que la voluntad humana es una manifestación
parcial y que tiende hacia Dios como un ideal irrealizable. Sus ideas fueron
consideradas como ateas y se vio obligado a abandonar su cátedra de Filosofía en
la Universidad de Jena en 1799. Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling fue aún
más lejos al reducir todas las cosas a la actividad de autorrealización de un
absoluto, al que identificó con el impulso creativo en la naturaleza. El énfasis
que puso el romanticismo en los sentimientos y en la divinidad de la naturaleza
encontró expresión filosófica en el pensamiento de Schelling, quien ejerció una
destacada influencia en el movimiento transcendentalista estadounidense que
encabezaba el poeta y ensayista Ralph Waldo Emerson.
Hegel
El espíritu filosófico más poderoso del siglo XIX fue el del
filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, cuyo sistema de idealismo
absoluto —aunque con muchas influencias de Kant y Schelling— se basó en una
nueva concepción de la lógica en la que conflicto y contradicción son
considerados como elementos necesarios de la verdad, y ésta es contemplada como
un proceso antes que como un estado fijo e inmutable de las cosas. La fuente de
toda realidad, para Hegel, es un espíritu absoluto (o razón cósmica) que
evoluciona desde una existencia abstracta e indiferenciada hacia una realidad
más concreta a través de un proceso dialéctico que consiste en etapas triádicas;
cada tríada se compone en primer lugar de un punto inicial (o tesis), en segundo
lugar, de su opuesto (o antítesis), y en tercer lugar, de un punto superior o
síntesis, donde se funden los dos opuestos. De acuerdo con esta idea, la
historia se halla regida por leyes lógicas, de tal forma que “todo lo que es
real es racional, y todo lo que es racional es real”. Las ideas históricas
posteriores son cumplimientos más completos del espíritu absoluto cuyo punto más
alto de autorrealización se encuentra en el Estado nacional de la monarquía de
Federico Guillermo IV y en la filosofía. Hegel impulsó un mayor interés por la
historia al representarla como una penetración en la realidad más profunda que
las ciencias naturales. Su concepción del Estado nacional como la encarnación
más alta del espíritu absoluto se interpretó durante un tiempo como la fuente
principal de las modernas ideologías autoritarias, aunque él mismo se declaró
partidario de la existencia de un amplio grado de libertad individual reconocido
por el poder político. Hegel expuso lo fundamental de su sistema filosófico en
Fenomenología del espíritu (1807).
Otros filósofos influyentes
El filósofo alemán Arthur Schopenhauer rechazó la optimista fe
de Hegel en la razón y el progreso. En 1819 publicó El mundo como voluntad y
representación, obra en la que presenta su filosofía ateísta y pesimista.
Schopenhauer mantenía que tanto la naturaleza como la humanidad son productos de
una voluntad irracional, de la que la gente puede escapar tan sólo a través del
arte y la renuncia filosófica al deseo de felicidad. El filósofo y sociólogo
francés Auguste Comte, autor de Curso de filosofía positiva (6 vols.,
1830-1842), formuló la filosofía del positivismo, que rechaza la especulación
metafísica y sitúa todo el conocimiento verdadero en las llamadas ciencias
positivas o factuales. Comte situó la ciencia de la sociología (que él mismo
fundó) en el nivel más alto de la clasificación de las ciencias. El influjo del
positivismo fue muy importante en el pensamiento europeo, pero especialmente en
la formación del pensamiento nacional de muchos países latinoamericanos. El
economista británico John Stuart Mill desarrolló y puntualizó las tradiciones
empiristas y utilitaristas, con la publicación de Utilitarismo en 1836
y la aplicación de sus principios a todos los campos del pensamiento. Mill y
otros utilitaristas ejercieron una gran influencia en las reformas liberales
sociales y económicas que tuvieron lugar en el Reino Unido. El filósofo danés
Søren Kierkegaard (autor, entre otras obras, de El concepto de la
angustia) criticó el énfasis hegeliano en la razón; su defensa elocuente
del sentimiento y la aproximación subjetiva a los problemas de la vida fueron
una de las fuentes más importantes del existencialismo del siglo XX.
Filosofía evolucionista
La idea mecanicista del mundo propia del siglo XVII y la fe en
la razón y el sentido común del siglo XVIII, aunque todavía influyentes, fueron
modificados en el siglo XIX por una serie de ideas más complejas y dinámicas,
basadas más en la biología y en la historia que en las matemáticas y la física.
Entre otras, muy importante fue la teoría de la evolución a través de los
principios de la selección natural, formulada en 1858 por Charles Darwin, cuyo
trabajo inspiró concepciones de la naturaleza y de la humanidad que ponían el
énfasis en el conflicto y en el cambio como factores que estimulaban la
evolución, y se definían contra la unidad y la permanencia sustancial. Por su
parte, los alemanes Karl Marx y Friedrich Engels, que se conocieron en París en
1844, elaboraron la filosofía del materialismo dialéctico, basado en la lógica
dialéctica de Hegel, pero hicieron de la materia (en vez de la mente) la
realidad última. De Hegel adoptaron la idea según la cual la historia avanza de
acuerdo con leyes dialécticas y que las instituciones sociales son más reales en
el plano material que una naturaleza física o la mente individual. Su aplicación
de estos principios a los problemas sociales fue llamada materialismo histórico,
teoría según la cual todas las formas de cultura están determinadas por las
relaciones económicas y en la que la evolución social acontece a través de la
lucha de clases y revoluciones periódicas. Esta teoría se convirtió en la base
ideológica del comunismo. El filósofo británico Herbert Spencer elaboró una
filosofía evolucionista basada en el principio de la selección natural, que
explica todos los elementos de la naturaleza y de la sociedad como adaptaciones
en la lucha cósmica por la supervivencia. Al igual que Comte, sustentó la
filosofía en la sociología y en la historia por considerarlas las ciencias más
avanzadas.
Nietzsche
El filósofo alemán Friedrich Nietzsche recobró la concepción de
Schopenhauer de la existencia como la expresión de una voluntad cósmica, pero
hizo de la llamada “voluntad de poder” la fuente de todo valor, como se subraya
en uno de sus más discutidos tratados, La voluntad de poder, publicado
en 1901, un año después de su muerte, un estudio incompleto en el que reivindica
el retorno desde la ética a las primigenias y naturales virtudes de valor y
fuerza. Siguiendo la revuelta romántica contra la razón y la organización
social, resaltó los valores de la firmeza individual, el instinto biológico y la
pasión en un superhombre utópico. Otras importantes obras suyas fueron La
gaya ciencia (1882), Así habló Zaratustra (1883-1891) y La
genealogía de la moral (1887).
Pragmatismo
Hacia finales del siglo XIX, el pragmatismo se convirtió en una
de las más importantes escuelas de pensamiento, en particular en Estados Unidos.
Continuó la tradición empírica de arraigar el conocimiento en la experiencia y
acentuar los procedimientos deductivos de la ciencia experimental. Charles
Sanders Peirce, que dio nombre a esta corriente, formuló una teoría práctica del
conocimiento que definía el entendimiento de un concepto como el conjunto de las
predicciones que pueden ser hechas por el uso de ese mismo concepto y
verificadas por la experiencia futura. William James, cuyo destacado trabajo en
el campo de la psicología facilitó un marco para delimitar sus ideas
filosóficas, desarrolló una teoría pragmática de la verdad. Definió ésta como la
capacidad de una idea para guiar al individuo hacia una acción de éxito, y
propuso que todas las ideas fueran evaluadas en la medida de su utilidad para
resolver los problemas. James justificó la religión sobre este razonamiento
pragmático, pero al insistir en la infinitud de Dios, lo identificó con la
inconsciente energía de la naturaleza.
El idealismo fue una poderosa escuela de pensamiento en el
Reino Unido gracias a la obra de Francis Bradley, que mantuvo, al igual que
Hegel, que todas las cosas han de ser entendidas como aspectos de una totalidad
absoluta. Bradley negó que las relaciones existan, porque no existen dos cosas
idénticas y sólo se puede dar por sentado un único sujeto real de pensamiento,
lo Absoluto. Mantenía que cada vez que se dice que una cosa tiene cierta
característica, entonces esa cosa (como el propio sujeto) tiene que ser en sí
misma el mundo total y la realidad. Cualquier otra afirmación sería
contradictoria, porque todo —excepto la realidad misma— tiene predicados
contradictorios: una estufa, por ejemplo, está a veces caliente y otras veces
fría. El filósofo británico John MacTaggart también recurrió al idealismo
hegeliano, manteniendo que el espacio y el tiempo son irreales porque su
concepción es contradictoria. Afirmaba que la única realidad es la mente. Otro
filósofo británico, Bernard Bosanquet, que al igual que MacTaggart reavivó el
idealismo, resaltó el carácter estético y dramático del proceso universal.
Idealismo pragmático
Josiah Royce, incluido en el movimiento idealista
estadounidense, unió el idealismo a ciertas corrientes de pragmatismo. Royce
interpretó la vida humana como el esfuerzo del yo finito por expandirse en el yo
absoluto a través de la ciencia, la religión y la lealtad a comunidades más
amplias. Sus numerosos trabajos fueron publicados a finales del siglo XIX y
principios del XX.
El filósofo, educador y psicólogo estadounidense John Dewey
desarrolló más tarde los principios pragmáticos de Peirce y James en un amplio
sistema de pensamiento al que llamó naturalismo experimental o instrumentalismo.
Dewey puso el énfasis en las bases biológicas y sociales del conocimiento y el
carácter instrumental de las ideas como planes de acción. Insistió en un
acercamiento experimental a la ética (es decir, en relacionar los valores con
las necesidades individuales y sociales). La teoría pedagógica de Dewey, que
insistió en la preparación del individuo para desarrollar una actividad creativa
en una sociedad democrática, adquirió una profunda influencia en los métodos
educacionales de Estados Unidos hasta mucho tiempo después de su muerte.
En Francia la idea más influyente de principios del siglo XX
fue el vitalismo evolucionista de Henri Bergson, autor, entre otras obras, de
Materia y memoria (1896). Bergson planteó el élan vital, la
energía espontánea del proceso evolutivo, y defendió los sentimientos y la
intuición frente a la aproximación abstracta y analítica a la naturaleza de la
ciencia y la filosofía de la ciencia y el espíritu. En Alemania, Edmund Husserl
fundó la escuela de la fenomenología, elaborando una filosofía que recogió y
analizó las estructuras de la conciencia que permiten a ésta situar a los
objetos fuera de sí misma.
Whitehead
El matemático y filósofo británico Alfred North Whitehead
reavivó el interés por la metafísica especulativa al desarrollar un gran sistema
técnico de conceptos que combinaba la teoría platónica de las ideas con el
organicismo de Leibniz y Bergson. Whitehead (que también fue un físico notable)
aplicó los avances revolucionarios de la ciencia del siglo XX para mostrar el
fracaso de la ciencia mecanicista como un medio para interpretar la realidad de
una forma global y absoluta. Según Whitehead, las cosas no son sustancias
inmutables con límites espaciales definidos, sino procesos vivos de experiencia
que personifican objetos eternos o universales, fusionados por Dios. En
colaboración con Bertrand Russell escribió Principia Mathematica (3
vols. 1910-1913), monumental obra que pretendió definir la interrelación entre
la lógica y las matemáticas.
Santayana y otros autores
El poeta y filósofo estadounidense de origen español Jorge Ruiz
de Santayana compaginó el pragmatismo, el platonismo y el materialismo en una
gran filosofía que subrayó los valores intelectuales y estéticos. Expuso sus
ideas más relevantes y sistematizó su filosofía ética en uno de sus primeros
trabajos, La vida de la razón (5 vols., 1905-1906). Benedetto Croce
hizo del idealismo la tradición dominante en la filosofía italiana, recuperando
la concepción hegeliana de la realidad como un proceso de desarrollo histórico a
través del conflicto de opuestos, pero incidió en los sentimientos y la
intuición (en lugar de la razón abstracta) como la fuente de la verdad última.
Bertrand Russell prosiguió fiel a las tradiciones empíricas y utilitaristas en
el pensamiento británico. La aplicación por Russell de los avances en lógica,
matemáticas y física a los problemas de la filosofía alcanzaron gran eco en la
escuela del empirismo lógico. El filósofo británico George Edward Moore (la
figura más importante de la llamada revuelta realista contra el idealismo) abogó
por la realidad de los objetos apoyándola en la creencia del sentido común. El
estilo sencillo de Moore y su preciso uso del lenguaje cotidiano incidieron en
el desarrollo de la escuela de filosofía analítica.
Filosofía analítica
La escuela del empirismo o positivismo lógico, fundada en torno
al denominado Círculo de Viena, se convirtió en un movimiento importante del
pensamiento estadounidense. El empirismo lógico (que combina el positivismo de
Hume y Comte con el rigor y la precisión lógicas de Descartes y Kant) rechaza la
metafísica como un juego terminológico sin sentido, insiste en la definición de
todos los conceptos en términos de hechos observables, y asigna a la filosofía
la tarea de clarificar los conceptos y la sintaxis lógica de la ciencia.
Una vía de filosofía analítica, también llamada análisis
lingüístico, que se inspiró en el trabajo de Moore, y fue desarrollada en
concreto por Ludwig Wittgenstein en su Tractatus logicus-philosophicus
(1921), se ha convertido en la corriente dominante de la filosofía británica
actual. Esta escuela de pensamiento también rechaza la metafísica especulativa y
centra la filosofía en la tarea de ordenar el rompecabezas intelectual causado
por la ambigüedad del lenguaje merced al análisis de las palabras propias del
discurso ordinario. Identifica el significado de una palabra con el sentido con
que de forma corriente esa palabra es utilizada.
Filosofía existencial
La filosofía existencial, que surgió como heredera de la
revuelta romántica del siglo XIX contra la razón y la ciencia en favor de la
implicación apasionada en la vida, fue muy importante en el pensamiento a través
del trabajo de Martin Heidegger (autor de El ser y el tiempo, 1927) y
en menor escala de Karl Jaspers. Heidegger combinó el planteamiento
fenomenológico de Husserl con el énfasis que Kierkegaard ponía en la intensa
experiencia emocional y la concepción de Hegel de la negación como una fuerza
real. La filosofía de Heidegger sustituye la nada por Dios como la fuente de los
valores humanos; Jaspers encontró a Dios (al que llamó Transcendencia) en la
intensa experiencia emocional de los seres humanos. El español Miguel de Unamuno
desarrolló un original pensamiento que destacaba el valor de la existencia
individual, el sentimiento trágico de la inmortalidad humana y el valor de la
literatura como fuente de expresión filosófica. José Ortega y Gasset, principal
representante de la filosofía en España, defendió la intuición frente a la
lógica y criticó la cultura de masas (La rebelión de las masas, 1930) y
la sociedad mecanizada de los tiempos modernos. El erudito y autor sionista de
origen austriaco Martin Buber, compaginando el misticismo judío con las
tendencias del pensamiento existencial, interpretó la experiencia humana como un
diálogo entre el individuo y Dios.
Varias síntesis de la teología tradicional con la idea
existencial de que el conocimiento es más emocional que científico han sido
realizadas en Suiza por Karl Barth y en Estados Unidos por Reinhold Niebuhr y
Paul Tillich. En Francia, Jean-Paul Sartre fue uno de los que más contribuyó a
la popularización del existencialismo. Sus escritos filosóficos (especialmente
El ser y la nada, 1943, y Crítica de la razón dialéctica,
1960), novelas y obras de teatro fusionaron las ideas de Descartes, Marx,
Kierkegaard, Husserl y Heidegger en una concepción de los seres humanos que se
proyectan a sí mismos fuera de la nada mediante la afirmación de sus propios
valores y, por tanto, asumiendo la responsabilidad ética de sus actos.
Durante la década de 1960 los escritos de Martin Luther King
señalaron que la filosofía había estado demasiado alejada de los importantes
acontecimientos sociales y políticos que estaban produciéndose en todo el mundo.
Siguiendo los principios del líder nacionalista indio Mohandas Karamchand
Gandhi, King abogó por una actitud de resistencia cívica y no violenta ante la
injusticia.
Últimos sistemas filosóficos del siglo XX
Tras la década de 1960, el desarrollo de la llamada “filosofía
técnica” ha sido muy importante. La actividad filosófica se encuentra,
fundamentalmente, confinada en los departamentos de filosofía de las
universidades y en las revistas especializadas, y ha alcanzado un notable nivel
de complejidad que exige una preparación adecuada. Durante las últimas décadas
del siglo XX se ha seguido manteniendo la fuerza de la filosofía analítica, que
ha dominado la producción filosófica anglosajona. En la llamada “tradición
continental”, la influencia analítica ha aumentado su presencia. Sin embargo,
distintas escuelas filosóficas que plantean problemas nuevos han desarrollado
sus teorías. Entre ellas, merecen ser citadas las tres siguientes orientaciones.
En primer lugar, el desarrollo de la filosofía hermenéutica, representada
fundamentalmente en la obra de Hans-Georg Gadamer. En segundo lugar, las
aportaciones de una crítica de la sociedad, representadas por los herederos de
la Escuela de Frankfurt y, en especial, por Jürgen Habermas. En tercer lugar,
las filosofías postestructuralistas, que recogen la herencia del estructuralismo
y realizan una crítica a la llamada sociedad posmoderna, y que cuentan entre sus
representantes más relevantes, a los filósofos franceses Michel Foucault, Gilles
Deleuze y Jacques Derrida, entre otros.