sábado, 13 de julio de 2013

EL CRITICISMO



VIII.              EL CRITICISMO


A.    DEFINICIÓN

Por  criticismo se entiende la doctrina de Kant, que sostiene la superioridad de la investigación del conocer sobre la investigación del ser.  Esta corriente está convencida de que es posible el conocimiento para el hombre, acepta que puede llegar a poseer la verdad, puede tener conocimientos que dan certeza, pero que hace indispensable justificar racionalmente la forma como llegamos al conocimiento, es decir, cómo llegamos al conocimiento y en que forma se nos da la realidad.

“El criticismo examina todas las afirmaciones de la razón humana y no acepta nada despreocupadamente.  Dondequiera pregunta por los motivos y pide cuentas a la razón humana.  Su conducta no es dogmática ni escéptica, sino reflexiva y crítica.  Es un término medio entre la temeridad dogmática y la desesperación escéptica”

El criticismo es como una dirección especial de la gnoseología, consistente en la averiguación de las categorías apriorísticas que envuelven lo dado y permiten ordenarlo y conocerlo; por otra parte, es una teoría filosófica que coincide con el idealismo en sus diversos aspectos y que invierte la dirección habitual del conocimiento mediante el propio conocimiento.  Entendiendo pues el criticismo desde la filosofía, es una “actitud” que matiza todos los actos de la vida humana, siendo la época moderna considerada “época crítica” puesto que en ella se pretendió averiguar el fundamente racional de las creencias últimas.


 B.    CONTEXTO HISTÓRICO

Ha sido concretamente la Edad Antigua la que ha permitido presentar pequeños brotes de criticismo, y dentro de esta época sobresale Platón (Siglo V a.C.) quien distingue varios grados que conducen al conocimiento, y éstos son tres:

                        1.  El conocimiento sensible.  Este tiene por objeto de conocimiento los seres materiales y éstos se nos dan a través de los sentidos, por los cuales se puede presentar variabilidad en el logro del conocimiento, por tanto, no es posible una verdadera ciencia.

                        2.  El conocimiento racional discursivo.  Hace referencia al número y a la cantidad, es decir, a las matemáticas.

                        3.  El conocimiento racional intuitivo.  Este se refiere a los seres espirituales; es el mundo de las ideas y es sólo en éste donde se puede hallar la verdadera ciencia, pues es considerado el mundo objetivo, verdadero, eterno e inmutable.

Mas adelante, sigue a Platón, su discípulo Aristóteles, quien reafirma la posibilidad de un conocimiento; además, aclara que los sentidos sólo nos engañan accidentalmente, puesto que son hechos para captar los objetos.

Distingue dos tipos de conocimientos: el sensitivo y el intelectivo, los cuales se dan en constante relación.  “Nada hay en el entendimiento que no haya pasado por los sentidos “, es decir, los sentidos suministran el material con que trabaja nuestra mente.

Mas tarde, en la época moderna, es Kant el gran representante o fundador de esta corriente criticista, el cual llegó a esta posición, después de haber pasado por el dogmatismo y el escepticismo.  La intención que tuvo Kant con esta corriente, era someter la razón a un análisis detenido para ver sus estructuras y determinar entonces la forma como conocen.  Quiere fundamentar el conocimiento humano determinando los aportes que hace el sujeto y los aportes que provienen de la experiencia.  El sujeto recibe los datos,  los organiza, les da forma, a través de estructuras a priori, tanto de la sensibilidad como del entendimiento y la razón.  La forma “a priori” que es aportada por el sujeto, posee siempre un carácter necesario y universal.

Luego sigue Hegel, el cual ha formulado en su “Enciclopedia” que la investigación del conocimiento no puede tener lugar de otro modo que conociendo.  Querer conocer antes de conocer es tan absurdo cuando se parte de todo supuesto, es decir, sin probar una posibilidad misma del conocimiento.

C.    PRINCIPAL EXPONENTE DEL CRITICISMO

v  EMMANUEL KANT

                        Pensamiento.  El aporte filosófico de Kant es tardío, empezando por varios años de silencio, inicia su obra crítica con la “La crítica de la razón pura” en 1781, la cual cuenta además con otras dos críticas de la razón pura práctica (1788), y la de la facultad de juzgar (1790).

                                   a.  Crítica de la razón pura.  La crítica de la razón pura no es una obra de fácil interpretación, sólo persigue objetivos teórico-científicos, o constituyen intereses de la razón práctica.

Esta obra funda su problema en la antigua oposición de racionalismo y empirismo.  Es a la vez la oposición entre dogmatismo y escepticismo.

La crítica de la razón pura tiene un esquema epistemológico unido de tres facultades: sensibilidad, entendimiento y razón; cada una de ellas lleva un elemento material y uno formal.

El elemento formal se refiere a todo aquello que aporta la subjetividad; el elemento material es en un principio, todo aquello que viene de fuera, de esa subjetividad, es pues,  una síntesis entre lo dado y lo puesto; lo que la sensibilidad recibe y lo que aporta.

Hay entonces, un elemento formal que pone el sujeto y uno material que viene del objeto, y es así como integrado elaboran el conocimiento, y ello implica una modificación esencial en la concepción del conocimiento, de la inteligencia como tabula rasa, en la que nada hay escrito.

Así pues, la crítica es una idea que atraviesa toda la filosofía de Kant, no pueden conocerse los hechos, las palabras, ni puede construirse un saber si antes no se establecen sus condiciones de posibilidad.  Toda crítica implica dos aspectos:

Una precisa delimitación de nuestra capacidad de conocer.
La investigación de los límites más allá de los cuales no podemos pasar.

El funcionamiento de la razón tiene que cumplir determinadas condiciones sustentadas en cuatro presupuestos fundamentales:

·         Universalidad
·         Necesidad
·         Experiencia
·         Carácter progresivo, sintético del saber.

                                               1)   Los juicios.  El conocimiento puede ser a priori o a posteriori; por tanto; la ciencia requiere un saber a priori.  La verdad y el conocimiento se dan en los juicios; una ciencia es un complejo sistemático de juicios.

Se pueden clasificar éstos en analíticos y sintéticos.  Los juicios analíticos son aquellos cuyo predicado está contenido en el sujeto; los sintéticos son aquellos cuyo predicado no está contenido en el concepto del sujeto, sino que se une o añade a él.

                                               2)  Juicios a priori y a posteriori.  Hay que decir que los juicios analíticos son a priori o juicios de experiencia obtenidos por análisis del concepto, y los sintéticos, a posteriori.

“Hay juicios sintéticos a priori que con los que interesan a la ciencia, porque cumplen dos condiciones: son por una parte a priori, es decir universales y necesarios, y por otra, sintéticos, esto es, aumentan efectivamente mi saber“.

También, fuera de la matemática, en la física y en la metafísica, encontramos juicios sintéticos a priori.

Así pues, “conocimiento puro a priori no significa conocimiento implícitamente presente en el espíritu, antes de que éste empiece a experimentar cosa alguna; significa conocimiento no derivado de la experiencia, aunque no aparezca como la que normalmente llamaríamos conocimiento, sino con ocasión de la experiencia; pero, al mismo tiempo, aunque ningún conocimiento sea temporalmente anterior a la experiencia, es posible que la capacidad cognoscitiva suministre elementos a priori tomados de sí misma con ocasión de las impresiones sensibles.  En este sentido los elementos a priori no poseen de la experiencia.

Los juicios a posteriori son derivados de la experiencia y son reducibles a juicios analíticos a priori, en cuyo caso los principios de la experiencia son principios de razón, o los juicios sintéticos a posteriori no son reducibles a juicios analíticos a priori, en cuyo caso, no hay certeza respecto a los principios del conocimiento.

                                   b.  Crítica de la razón práctica.  “Kant incluye en la temática de la razón práctica no sólo los problemas de la ética tomada en un sentido estricto, sino también todo lo relacionado con la filosofía del derecho, del estado y de la religión”

                                               1)  Naturaleza y libertad.  Kant distingue dos mundos: El mundo de la naturaleza y el mundo de la libertad.  El mundo de la naturaleza está determinado por la causalidad natural y, junto a ella, una causalidad por libertad, que rige el otro campo.  El hombre, es un sujeto psico-físico, sometido a leyes naturales, físicas y psíquicas (Yo empírico).

El hombre también, como persona racional, pertenece al mundo de la libertad, deteniendo ésta por característica de la incondicionalidad.

“No se saca la idea de libertad del mundo de la experiencia y de la factibilidad espacio-temporal; nunca la podríamos descubrir allí, pues en ese mundo impera el determinismo causal”.

En la crítica de la razón práctica se hace notar una especie de querer dominar el deber como un factum inmediato, mientras que la libertad aparece como una presuposición del deber.  Para Kant, no hay nada tan firme como la ley de la razón práctica, aquella persuasión de un “tribunal interior” en el hombre que se llama “conciencia”.  “Podrá el hombre desoír la voz de su conciencia, podrá adormecerla, hasta podrá hacer que el mundo entero no nos de ejemplo alguno de lo que debe ser; a pesar de todo, el hombre debe y puede lo que debe; pues el deber y la libertad no se los procura el hombre, simplemente los tiene; están incorporados en su esencia de hombre”.

El concepto de la libertad, constituye la piedra angular de todo el edificio de un sistema de la razón, incluso los demás conceptos: Dios e inmortalidad, que como meras ideas, alcanzan por él realidad objetiva, es decir, que su posibilidad queda demostrada por el hecho de que la libertad es real.

Las ideas de Dios y de la inmortalidad, no son condiciones de la ley moral, sino condiciones del objeto necesario de una libertad que determina en la ley, es decir, por el uso práctico de nuestra razón pura.

“La crítica especulativa se esforzó en dar a los objetos de la experiencia como tales, y entre ellos a nuestro propio sujeto, el valor de meros fenómenos, en ponerles, sin embargo, como fundamento cosas en sí, y, por consiguiente, en no considerar todo suprasensible como una ficción, y su concepto como falto de contenido; y ahora en cambio, la razón práctica, por sí misma y sin haberse concertado con la especulativa, proporciona realidad a un objeto suprasensible de la categoría de la causalidad, a saber, a la libertad, y confirma, pues, así, por medio de un hecho, lo que allí sólo podía ser pensado.”

El concepto de la libertad es el peligro de todos los empiristas, pero también la clave de los principios prácticos más sublimes para los moralistas críticos, que comprenden por ello que necesariamente deben proceder de un modo racional.

En el campo de la metafísica de la naturaleza, Kant lo consideró como una “metafísica aplicada”, un inventario de todo lo que conocemos a priori en torno a la naturaleza corpórea y a aquella pensante empíricamente dada.

La metafísica de la naturaleza debe comprender más una física que una psicología racional.  En realidad, ésta prevee solamente una física racional.

Kant afirma que una metafísica particular de la naturaleza se traduce necesariamente en una ciencia matemática de la naturaleza.  Esta por tanto, en cuanto conoce a priori, por su pura posibilidad, determinados objetos de la naturaleza, no pueden limitarse a formular cualquier cosa que no contradiga el pensamiento, pero debe formar a priori la intuición correspondiente al concepto.

“Conocer a priori determinados objetos de la naturaleza no es posible si no construimos el concepto, dándole entonces la configuración matemática, siendo ésta, la ciencia racional pura, fundada “sobre construcciones de conceptos por medio de la representación del objeto en una intuición a priori”

                                               2)   El imperativo categórico.  Kant plantea el problema de la ética como la cuestión del bien supremo, los bienes pueden ser buenos para otra cosa o buenos en sí mismos, y Kant dice que la única cosa que es buena en sí misma es la buena voluntad.  El problema fundamental aquí queda trasladado no a las acciones, sino a la voluntad que las mueve.

Kant hace una ética del deber ser; y una ética imperativa que obligue, pero la mayoría de los imperativos no sirven para fundamentar la ética porque son hipotéticos, es decir, dependen de una condición.  Por tanto Kant, busca un imperativo categórico que mande sin ninguna condición, pues la obligatoriedad del imperativo categórica ha de encontrarse en él mismo.

Por otro lado, la buena voluntad es la que quiere por puro respeto al deber: “Si yo hago una acción buena porque me gusta o por temor, no tiene valor moral.” El imperativo categórico se expresa de diversas formas, pero la fundamental es: obra de modo que puedas querer que lo que haces sea ley universal de la naturaleza.

                                               3)   Importancia de la razón práctica.  La razón práctica sólo tiene validez inmediata para el yo y consiste en determinarse a sí mismo, pero Kant afirma el primado de la razón práctica sobre la especulativa: lo primario en el hombre no es la teoría, sino la praxis, un hacer.

“La crítica de la razón práctica en general tiene pues, la obligación de quitar a la razón empíricamente condicionada, la pretensión de querer proporcionar ella sola, de un modo exclusivo, fundamento de la determinación de la voluntad.”

Además, el hombre no puede conocer o probar por razón especulativa la existencia de Dios, o el mundo como conjunto, por tanto, lo que la crítica de la razón debe hacer es demostrar que las cuestiones Dios, mundo, alma, no son “teóricas” sino “prácticas”, es decir, morales.

En el concepto de persona moral, entendida como libertad, culmina la filosofía Kantiana.  Kant no pudo realizar su propia metafísica, lo cual sólo quedó esbozada debido a que la mayoría de su vida la ocupó por su espíritu crítico, y es así, donde de esta importancia que se le da a la razón práctica, puede entenderse la filosofía del Idealismo alemán que nace en Kant y termina en Hegel.

                                               4)   La existencia de Dios como un postulado de la razón práctica.  La ley moral nos conduce, en primer lugar, a la moralidad que puede llegar a ser resuelto en una eternidad, en el postulado de la inmortalidad. En segundo lugar, nos mueve a la posibilidad de la existencia del bien supremo o la felicidad, esto es, a la experiencia de una causa a este efecto, o sea, a Dios como necesariamente perteneciente a la posibilidad del bien supremo.

“Dios no es el alma del mundo [...] El concepto de Dios es el concepto de un ser que es causa suprema de las cosas del mundo y es persona.  Dios se concibe como un ser supremo, la inteligencia suprema, el bien supremo, el cual posee derechos y es una persona.  Un ser para el cual todos los deberes humanos sean órdenes es él.”

Se plantea entonces la causa suprema de la naturaleza en cuanto ella sea presupuesta para el sumo bien, es un ser que por razón y voluntad es la causa de todo, es decir, Dios.  El hombre piensa a Dios según los atributos que hacen de él, un ser nouménico, pero en la idea de Dios esos atributos se elevan al máximo grado; el mundo se entiende de este modo como la totalidad de la realidad sensible; pero se concibe como subordinado al poder creador de Dios y de su santa voluntad.
“La relación entre las ideas Dios y mundo no es una coordinación, sino una subordinación,  porque el mundo se entiende como dependiente de Dios.”

El argumento moral constituye la única prueba posible de la existencia de Dios.

                                   c.  La estética.  Para Kant, hay dos juicios que aplicamos espontáneamente aparte de los juicios del entendimiento y la razón y de las decisiones morales: Ellos son el estético y otro teleológico o de finalidad.  Son reacciones casi inmediatas pero no instintivas, separadas de conceptos.

El juicio estético entonces, se encarga de lo bello y lo sublime.

                                               1)  La función mediadora del juicio.  Kant, al asumir la crítica del juicio, aborda esta función mediadora como un medio para vivir en un todo las dos partes de la filosofía.

Kant distingue tres facultades del espíritu: La facultad de sentir placer o disgusto y la facultad de desear, por ello, a través del juicio, se media de alguna manera entre el conocimiento y el deseo; luego distingue Kant tres facultades cognoscitivas: el entendimiento, la facultad de juzgar o juicio y la razón, y esto también sugiere que el juicio medie en algún sentido entre el entendimiento y la razón, y que tiene alguna razón con el sentimiento.

“La forma del objeto se considera como fundamento de un placer que viene de la representación del objeto, y cuando juzgamos que la representación va necesariamente acompañada por este placer, y que consiguientemente, debe ser placentera para todos, tenemos un juicio estético.”

                                               2)   La analítica de lo bello.  Kant divide el estudio de lo bello en algunos momentos referentes al juicio de gusto según la cualidad, la cantidad, la relación de fines y la satisfacción.

Es conocida la definición de lo bello como una finalidad sin fin, es decir, como algo que encierra en sí una finalidad, pero que no subordina a ningún fin ajeno al goce estético; para Kant lo bello produce un sentimiento placentero.

“Para decidir si algo es bello o no, referimos la representación, no mediante el entendimiento al objeto para el conocimiento, sino, mediante la imaginación al sujeto y al sentimiento de placer o de dolor del mismo.”

El placer estético es algo peculiar, pero no coincide con lo agradable, tampoco coincide con lo bueno moral ni con el deseo.  El placer estético, por tanto, es una aprobación “desinteresada” y una aprobación al sentimiento objetivo de las cosas que se nos presentan y nos agradan.

Lo bello, en su definición, puede ser el objeto de la satisfacción, sin interés alguno.  Cada cual tiene conciencia de que la satisfacción en lo bello se da en él teniendo como base la satisfacción.

                                               3)   La analítica de lo sublime.  Sublime llamamos a lo que es infinitamente grande.

“Ha de llamarse sublime, no el objeto, sino la disposición del espíritu, mediante una cierta representación que ocupa el juicio reflexionante [...] Sublime es lo que, sólo porque se puede pensar, demuestra una facultad del espíritu que supera toda medida de los sentidos.”

Kant distingue entre lo sublime matemático y lo sublime dinámico, según que la imaginación refiera el movimiento mental contenido en la experiencia de lo sublime o a la facultad cognoscitiva o a la del deseo.  Lo sublime dinámico se experimenta cundo nos enfrentamos con lo que presenciamos en la naturaleza, hallando en nuestro espíritu y en nuestra razón una superioridad sobre esa fuerza física.

Lo sublime, entonces, descansa en fundamentos puramente subjetivos, pues este término se refiere a nuestros sentimientos, no a los fenómenos naturales que los ocasionan.

                                               4)   El juicio teleológico.  El juicio teleológico tiene como el campo propio el fin en la naturaleza; se trata de que todo cuanto vemos nos complace, más o menos, porque encaja con nuestra facultad de percepción, ofrece siempre cierta coherencia que se diría que responde a un designio, pero que disfrutamos más claramente cuando sabemos para qué sirve.

En la naturaleza, tal es lo que nos admira como orgánico, en lo cual, en todo organismo, las partes reciben su sentido por su relación al todo, que ellas entre sí son recíprocamente causa y efecto de su forma.

El juicio teleológico se emplea para la investigación de la naturaleza, pero sólo para traerla a principios de observación e investigación.  Hacemos uso de un fundamento teleológico siempre que al concepto de un objeto atribuimos como si estuviera en la naturaleza y no en nosotros, y nos representamos la posibilidad del objeto según la analogía de una causalidad semejante, como la que encontramos en nosotros.

Para Kant se dan dos clases de juicios teleológicos: el subjetivo formal, el cual no se ocupa de explicar la existencia de nada, es decir, a representaciones.  Es subjetivo también porque se refiere a los sentimientos de la persona que enuncia el juicio.  También el juicio teleológico formal objetivo, que se encuentra en la matemática, no está éste afectado por cosas externas y su relación causal, ni se refiere a ellas.

                                               5)   Teología y mecanicismo.  Con el conocimiento de la naturaleza y de las relaciones que se presentan entre sus elementos, se puede sacar una conclusión de una causa inteligente del mundo.  Pero, no se puede confundir la ciencia natural con la teología, aunque la naturaleza es obra de un ser inteligente que obra con un fin, sin embargo no significa que la existencia de Dios se pueda considerar como una conclusión demostrable sobre la base de una ciencia natural.

“De la magnitud del mundo se saca en conclusión una fuerza muy grande del Creador, pero se reconoce que eso no tiene significación más que comparativamente para nuestra facultad de concebir, y como no se concibe todo lo posible para compararlo con la magnitud del mundo en cuanto la conocemos, no podemos deducir, según una medida pequeña, el poder todo del Creador, etc.”

Para Kant, el teísmo es superior a los fundamentos mecanicistas de explicación porque refiere la finalidad de la naturaleza a un ser primero que actúa inteligentemente, aunque no podemos afirmar objetivamente que lo sea, sino que sólo podemos afirmarlo subjetivamente.

“El argumento físico-teológico se basa en datos empíricos, y el universo en cuanto totalidad no es un dato empírico.”

Así pues, no podemos demostrar la existencia ni los atributos de Dios; ésta es una cuestión de fe práctica, no de conocimiento teórico, porque para Kant, Dios no es un objeto posible de la experiencia.


            D.  ACTUALIDAD DEL PENSAMIENTO

Con Kant se dio el comienzo de una objetividad del pensamiento, gracias a su criticismo que indujo al hombre a trascender su mundo, pasando de la simple observación al conocimiento crítico de lo que se conoce.

El conocimiento por tanto, no exige solamente quedarse en los procesos mentales o de la razón, sino también dirigir la mirada al mundo nouménico, que nos ofrece la posibilidad metafísica de nuestras capacidades.

Por consiguiente, es necesario destacar la importancia que actualmente tiene Kant en cada uno de los diferentes contextos sociales, que a partir de su crítica abrió a la reivindicación del hombre respecto al mundo.

El pensamiento de Kant entonces, aportó de esta manera a la educación, pues él, a través de la crítica de la razón pura, presentó las posibilidades cognoscitivas en un contexto epistemológico que proyectó a las facultades del hombre en cuanto ser sensible y racional, pues ambas se integran, dando la primera el elemento subjetivo y orientada racionalmente hacia un fin (conocimiento objetivo).

La educación actualmente requiere elementos subjetivos que son dados por lo material, lo sensible, para llegar al conocimiento objetivo que se logra en la propia sustancialidad de las cosas; en este aspecto, los juicios son fuentes de conocimiento, pues se dan a priori y a posteriori, por tanto, el hombre actual mide su saber en lo que ya ha conocido como en lo que ya va a conocer, y para esto debe tener una capacidad de asombrarse, de ver las cosas estéticamente.

El pensamiento criticista de Kant, no escapa tampoco del campo religioso, recordemos que Kant, en su vivencia pietista, se apartó de lo dogmático (sin llegar a ser escéptico), queriendo escapar de un estancamiento racional, y superando las fronteras de lo que la fe permite conocer.

El Papa Juan Pablo II, ha iluminado grandemente este anquilosamiento de la razón con su Encíclica “Fides et Ratio”, en la cual presenta muy oportunamente la armonía que debe haber entre el conocimiento filosófico y el de la fe:

“La fe requiere que su objeto sea comprendido con la ayuda de la razón; la razón, es el culmen de su búsqueda, admite como necesario lo que la fe le presenta”

Kant fue entonces “un profeta de la ciencia” presentando al hombre una nueva posibilidad de enfrentarse al conocimiento sin dogmatismos, sino que buscándolo no ciegamente, antes bien, aprovechando las posibilidades que el mundo de hoy le ofrece.

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