VIII.
EL CRITICISMO
A. DEFINICIÓN
Por criticismo se entiende la doctrina de Kant,
que sostiene la superioridad de la investigación del conocer sobre la
investigación del ser. Esta corriente
está convencida de que es posible el conocimiento para el hombre, acepta que
puede llegar a poseer la verdad, puede tener conocimientos que dan certeza,
pero que hace indispensable justificar racionalmente la forma como llegamos al
conocimiento, es decir, cómo llegamos al conocimiento y en que forma se nos da
la realidad.
“El criticismo
examina todas las afirmaciones de la razón humana y no acepta nada
despreocupadamente. Dondequiera pregunta
por los motivos y pide cuentas a la razón humana. Su conducta no es dogmática ni escéptica,
sino reflexiva y crítica. Es un término
medio entre la temeridad dogmática y la desesperación escéptica”
El criticismo es como
una dirección especial de la gnoseología, consistente en la averiguación de las
categorías apriorísticas que envuelven lo dado y permiten ordenarlo y
conocerlo; por otra parte, es una teoría filosófica que coincide con el
idealismo en sus diversos aspectos y que invierte la dirección habitual del
conocimiento mediante el propio conocimiento.
Entendiendo pues el criticismo desde la filosofía, es una “actitud” que
matiza todos los actos de la vida humana, siendo la época moderna considerada
“época crítica” puesto que en ella se pretendió averiguar el fundamente
racional de las creencias últimas.
B. CONTEXTO HISTÓRICO
Ha sido concretamente
la Edad Antigua la que ha permitido presentar pequeños brotes de criticismo, y
dentro de esta época sobresale Platón (Siglo V a.C.) quien distingue varios
grados que conducen al conocimiento, y éstos son tres:
1. El conocimiento sensible. Este tiene por objeto de conocimiento
los seres materiales y éstos se nos dan a través de los sentidos, por los
cuales se puede presentar variabilidad en el logro del conocimiento, por tanto,
no es posible una verdadera ciencia.
2. El conocimiento racional discursivo. Hace referencia al número y a la
cantidad, es decir, a las matemáticas.
3. El conocimiento racional intuitivo. Este se refiere a los seres
espirituales; es el mundo de las ideas y es sólo en éste donde se puede hallar
la verdadera ciencia, pues es considerado el mundo objetivo, verdadero, eterno
e inmutable.
Mas adelante, sigue a
Platón, su discípulo Aristóteles, quien reafirma la posibilidad de un
conocimiento; además, aclara que los sentidos sólo nos engañan accidentalmente,
puesto que son hechos para captar los objetos.
Distingue dos tipos
de conocimientos: el sensitivo y el intelectivo, los cuales se dan en constante
relación. “Nada hay en el entendimiento
que no haya pasado por los sentidos “, es decir, los sentidos suministran el
material con que trabaja nuestra mente.
Mas tarde, en la
época moderna, es Kant el gran representante o fundador de esta corriente
criticista, el cual llegó a esta posición, después de haber pasado por el
dogmatismo y el escepticismo. La
intención que tuvo Kant con esta corriente, era someter la razón a un análisis
detenido para ver sus estructuras y determinar entonces la forma como
conocen. Quiere fundamentar el
conocimiento humano determinando los aportes que hace el sujeto y los aportes
que provienen de la experiencia. El sujeto
recibe los datos, los organiza, les da
forma, a través de estructuras a priori, tanto de la sensibilidad como del
entendimiento y la razón. La forma “a
priori” que es aportada por el sujeto, posee siempre un carácter necesario y
universal.
Luego sigue Hegel, el
cual ha formulado en su “Enciclopedia” que la investigación del conocimiento no
puede tener lugar de otro modo que conociendo.
Querer conocer antes de conocer es tan absurdo cuando se parte de todo
supuesto, es decir, sin probar una posibilidad misma del conocimiento.
C. PRINCIPAL EXPONENTE DEL CRITICISMO
v EMMANUEL KANT
Pensamiento. El aporte
filosófico de Kant es tardío, empezando por varios años de silencio, inicia su
obra crítica con la “La crítica de la razón pura” en 1781, la cual cuenta
además con otras dos críticas de la razón pura práctica (1788), y la de la facultad
de juzgar (1790).
a.
Crítica de la razón pura. La
crítica de la razón pura no es una obra de fácil interpretación, sólo persigue
objetivos teórico-científicos, o constituyen intereses de la razón práctica.
Esta obra funda su
problema en la antigua oposición de racionalismo y empirismo. Es a la vez la oposición entre dogmatismo y
escepticismo.
La crítica de la
razón pura tiene un esquema epistemológico unido de tres facultades:
sensibilidad, entendimiento y razón; cada una de ellas lleva un elemento
material y uno formal.
El elemento formal se
refiere a todo aquello que aporta la subjetividad; el elemento material es en
un principio, todo aquello que viene de fuera, de esa subjetividad, es
pues, una síntesis entre lo dado y lo
puesto; lo que la sensibilidad recibe y lo que aporta.
Hay entonces, un
elemento formal que pone el sujeto y uno material que viene del objeto, y es
así como integrado elaboran el conocimiento, y ello implica una modificación
esencial en la concepción del conocimiento, de la inteligencia como tabula
rasa, en la que nada hay escrito.
Así pues, la crítica
es una idea que atraviesa toda la filosofía de Kant, no pueden conocerse los
hechos, las palabras, ni puede construirse un saber si antes no se establecen
sus condiciones de posibilidad. Toda
crítica implica dos aspectos:
Una precisa
delimitación de nuestra capacidad de conocer.
La investigación de
los límites más allá de los cuales no podemos pasar.
El funcionamiento de
la razón tiene que cumplir determinadas condiciones sustentadas en cuatro
presupuestos fundamentales:
·
Universalidad
·
Necesidad
·
Experiencia
·
Carácter progresivo, sintético del saber.
1)
Los juicios. El conocimiento
puede ser a priori o a posteriori; por tanto; la ciencia requiere un saber a priori. La verdad y el conocimiento se dan en los
juicios; una ciencia es un complejo sistemático de juicios.
Se pueden clasificar
éstos en analíticos y sintéticos. Los
juicios analíticos son aquellos cuyo predicado está contenido en el sujeto; los
sintéticos son aquellos cuyo predicado no está contenido en el concepto del
sujeto, sino que se une o añade a él.
2)
Juicios a priori y a posteriori.
Hay que decir que los juicios analíticos son a priori o juicios de
experiencia obtenidos por análisis del concepto, y los sintéticos, a
posteriori.
“Hay juicios
sintéticos a priori que con los que interesan a la ciencia, porque cumplen dos
condiciones: son por una parte a priori, es decir universales y necesarios, y
por otra, sintéticos, esto es, aumentan efectivamente mi saber“.
También, fuera de la
matemática, en la física y en la metafísica, encontramos juicios sintéticos a
priori.
Así pues,
“conocimiento puro a priori no significa conocimiento implícitamente presente
en el espíritu, antes de que éste empiece a experimentar cosa alguna; significa
conocimiento no derivado de la experiencia, aunque no aparezca como la que
normalmente llamaríamos conocimiento, sino con ocasión de la experiencia; pero,
al mismo tiempo, aunque ningún conocimiento sea temporalmente anterior a la
experiencia, es posible que la capacidad cognoscitiva suministre elementos a
priori tomados de sí misma con ocasión de las impresiones sensibles. En este sentido los elementos a priori no
poseen de la experiencia.
Los juicios a posteriori
son derivados de la experiencia y son reducibles a juicios analíticos a priori,
en cuyo caso los principios de la experiencia son principios de razón, o los
juicios sintéticos a posteriori no son reducibles a juicios analíticos a
priori, en cuyo caso, no hay certeza respecto a los principios del
conocimiento.
b. Crítica de la razón práctica. “Kant incluye en la temática de la razón
práctica no sólo los problemas de la ética tomada en un sentido estricto, sino
también todo lo relacionado con la filosofía del derecho, del estado y de la
religión”
1) Naturaleza y libertad. Kant distingue dos mundos: El mundo de la
naturaleza y el mundo de la libertad. El
mundo de la naturaleza está determinado por la causalidad natural y, junto a
ella, una causalidad por libertad, que rige el otro campo. El hombre, es un sujeto psico-físico,
sometido a leyes naturales, físicas y psíquicas (Yo empírico).
El hombre también,
como persona racional, pertenece al mundo de la libertad, deteniendo ésta por
característica de la incondicionalidad.
“No se saca la idea
de libertad del mundo de la experiencia y de la factibilidad espacio-temporal;
nunca la podríamos descubrir allí, pues en ese mundo impera el determinismo
causal”.
En la crítica de la
razón práctica se hace notar una especie de querer dominar el deber como un
factum inmediato, mientras que la libertad aparece como una presuposición del
deber. Para Kant, no hay nada tan firme
como la ley de la razón práctica, aquella persuasión de un “tribunal interior”
en el hombre que se llama “conciencia”.
“Podrá el hombre desoír la voz de su conciencia, podrá adormecerla,
hasta podrá hacer que el mundo entero no nos de ejemplo alguno de lo que debe
ser; a pesar de todo, el hombre debe y puede lo que debe; pues el deber y la
libertad no se los procura el hombre, simplemente los tiene; están incorporados
en su esencia de hombre”.
El concepto de la
libertad, constituye la piedra angular de todo el edificio de un sistema de la
razón, incluso los demás conceptos: Dios e inmortalidad, que como meras ideas,
alcanzan por él realidad objetiva, es decir, que su posibilidad queda
demostrada por el hecho de que la libertad es real.
Las ideas de Dios y
de la inmortalidad, no son condiciones de la ley moral, sino condiciones del
objeto necesario de una libertad que determina en la ley, es decir, por el uso
práctico de nuestra razón pura.
“La crítica
especulativa se esforzó en dar a los objetos de la experiencia como tales, y
entre ellos a nuestro propio sujeto, el valor de meros fenómenos, en ponerles,
sin embargo, como fundamento cosas en sí, y, por consiguiente, en no considerar
todo suprasensible como una ficción, y su concepto como falto de contenido; y
ahora en cambio, la razón práctica, por sí misma y sin haberse concertado con
la especulativa, proporciona realidad a un objeto suprasensible de la categoría
de la causalidad, a saber, a la libertad, y confirma, pues, así, por medio de
un hecho, lo que allí sólo podía ser pensado.”
El concepto de la
libertad es el peligro de todos los empiristas, pero también la clave de los
principios prácticos más sublimes para los moralistas críticos, que comprenden
por ello que necesariamente deben proceder de un modo racional.
En el campo de la
metafísica de la naturaleza, Kant lo consideró como una “metafísica aplicada”,
un inventario de todo lo que conocemos a priori en torno a la naturaleza
corpórea y a aquella pensante empíricamente dada.
La metafísica de la
naturaleza debe comprender más una física que una psicología racional. En realidad, ésta prevee solamente una física
racional.
Kant afirma que una
metafísica particular de la naturaleza se traduce necesariamente en una ciencia
matemática de la naturaleza. Esta por
tanto, en cuanto conoce a priori, por su pura posibilidad, determinados objetos
de la naturaleza, no pueden limitarse a formular cualquier cosa que no
contradiga el pensamiento, pero debe formar a priori la intuición
correspondiente al concepto.
“Conocer a priori
determinados objetos de la naturaleza no es posible si no construimos el
concepto, dándole entonces la configuración matemática, siendo ésta, la ciencia
racional pura, fundada “sobre construcciones de conceptos por medio de la
representación del objeto en una intuición a priori”
2) El imperativo categórico. Kant plantea el problema de la ética como la
cuestión del bien supremo, los bienes pueden ser buenos para otra cosa o buenos
en sí mismos, y Kant dice que la única cosa que es buena en sí misma es la
buena voluntad. El problema fundamental
aquí queda trasladado no a las acciones, sino a la voluntad que las mueve.
Kant hace una ética
del deber ser; y una ética imperativa que obligue, pero la mayoría de los
imperativos no sirven para fundamentar la ética porque son hipotéticos, es
decir, dependen de una condición. Por
tanto Kant, busca un imperativo categórico que mande sin ninguna condición,
pues la obligatoriedad del imperativo categórica ha de encontrarse en él mismo.
Por otro lado, la
buena voluntad es la que quiere por puro respeto al deber: “Si yo hago una
acción buena porque me gusta o por temor, no tiene valor moral.” El imperativo
categórico se expresa de diversas formas, pero la fundamental es: obra de modo
que puedas querer que lo que haces sea ley universal de la naturaleza.
3) Importancia de la razón práctica. La razón práctica sólo tiene validez inmediata
para el yo y consiste en determinarse a sí mismo, pero Kant afirma el primado
de la razón práctica sobre la especulativa: lo primario en el hombre no es la
teoría, sino la praxis, un hacer.
“La crítica de la
razón práctica en general tiene pues, la obligación de quitar a la razón
empíricamente condicionada, la pretensión de querer proporcionar ella sola, de
un modo exclusivo, fundamento de la determinación de la voluntad.”
Además, el hombre no
puede conocer o probar por razón especulativa la existencia de Dios, o el mundo
como conjunto, por tanto, lo que la crítica de la razón debe hacer es demostrar
que las cuestiones Dios, mundo, alma, no son “teóricas” sino “prácticas”, es
decir, morales.
En el concepto de
persona moral, entendida como libertad, culmina la filosofía Kantiana. Kant no pudo realizar su propia metafísica,
lo cual sólo quedó esbozada debido a que la mayoría de su vida la ocupó por su
espíritu crítico, y es así, donde de esta importancia que se le da a la razón
práctica, puede entenderse la filosofía del Idealismo alemán que nace en Kant y
termina en Hegel.
4) La existencia de Dios como un postulado de
la razón práctica. La ley moral nos
conduce, en primer lugar, a la moralidad que puede llegar a ser resuelto en una
eternidad, en el postulado de la inmortalidad. En segundo lugar, nos mueve a la
posibilidad de la existencia del bien supremo o la felicidad, esto es, a la
experiencia de una causa a este efecto, o sea, a Dios como necesariamente
perteneciente a la posibilidad del bien supremo.
“Dios no es el alma
del mundo [...] El concepto de Dios es el concepto de un ser que es causa
suprema de las cosas del mundo y es persona.
Dios se concibe como un ser supremo, la inteligencia suprema, el bien
supremo, el cual posee derechos y es una persona. Un ser para el cual todos los deberes humanos
sean órdenes es él.”
Se plantea entonces
la causa suprema de la naturaleza en cuanto ella sea presupuesta para el sumo
bien, es un ser que por razón y voluntad es la causa de todo, es decir,
Dios. El hombre piensa a Dios según los
atributos que hacen de él, un ser nouménico, pero en la idea de Dios esos
atributos se elevan al máximo grado; el mundo se entiende de este modo como la
totalidad de la realidad sensible; pero se concibe como subordinado al poder
creador de Dios y de su santa voluntad.
“La relación entre
las ideas Dios y mundo no es una coordinación, sino una subordinación, porque el mundo se entiende como dependiente
de Dios.”
El argumento moral
constituye la única prueba posible de la existencia de Dios.
c. La estética.
Para
Kant, hay dos juicios que aplicamos espontáneamente aparte de los juicios del
entendimiento y la razón y de las decisiones morales: Ellos son el estético y
otro teleológico o de finalidad. Son
reacciones casi inmediatas pero no instintivas, separadas de conceptos.
El juicio estético
entonces, se encarga de lo bello y lo sublime.
1)
La función mediadora del juicio.
Kant, al asumir la crítica del juicio, aborda esta función mediadora
como un medio para vivir en un todo las dos partes de la filosofía.
Kant distingue tres
facultades del espíritu: La facultad de sentir placer o disgusto y la facultad
de desear, por ello, a través del juicio, se media de alguna manera entre el
conocimiento y el deseo; luego distingue Kant tres facultades cognoscitivas: el
entendimiento, la facultad de juzgar o juicio y la razón, y esto también
sugiere que el juicio medie en algún sentido entre el entendimiento y la razón,
y que tiene alguna razón con el sentimiento.
“La forma del objeto
se considera como fundamento de un placer que viene de la representación del
objeto, y cuando juzgamos que la representación va necesariamente acompañada
por este placer, y que consiguientemente, debe ser placentera para todos,
tenemos un juicio estético.”
2) La analítica de lo bello. Kant divide el estudio de lo bello en algunos
momentos referentes al juicio de gusto según la cualidad, la cantidad, la
relación de fines y la satisfacción.
Es conocida la
definición de lo bello como una finalidad sin fin, es decir, como algo que
encierra en sí una finalidad, pero que no subordina a ningún fin ajeno al goce
estético; para Kant lo bello produce un sentimiento placentero.
“Para decidir si algo
es bello o no, referimos la representación, no mediante el entendimiento al
objeto para el conocimiento, sino, mediante la imaginación al sujeto y al
sentimiento de placer o de dolor del mismo.”
El placer estético es
algo peculiar, pero no coincide con lo agradable, tampoco coincide con lo bueno
moral ni con el deseo. El placer
estético, por tanto, es una aprobación “desinteresada” y una aprobación al
sentimiento objetivo de las cosas que se nos presentan y nos agradan.
Lo bello, en su
definición, puede ser el objeto de la satisfacción, sin interés alguno. Cada cual tiene conciencia de que la
satisfacción en lo bello se da en él teniendo como base la satisfacción.
3) La analítica de lo sublime. Sublime llamamos a lo que es infinitamente
grande.
“Ha de llamarse
sublime, no el objeto, sino la disposición del espíritu, mediante una cierta
representación que ocupa el juicio reflexionante [...] Sublime es lo que, sólo
porque se puede pensar, demuestra una facultad del espíritu que supera toda
medida de los sentidos.”
Kant distingue entre
lo sublime matemático y lo sublime dinámico, según que la imaginación refiera
el movimiento mental contenido en la experiencia de lo sublime o a la facultad
cognoscitiva o a la del deseo. Lo
sublime dinámico se experimenta cundo nos enfrentamos con lo que presenciamos
en la naturaleza, hallando en nuestro espíritu y en nuestra razón una
superioridad sobre esa fuerza física.
Lo sublime, entonces,
descansa en fundamentos puramente subjetivos, pues este término se refiere a
nuestros sentimientos, no a los fenómenos naturales que los ocasionan.
4) El juicio teleológico. El juicio teleológico tiene como el
campo propio el fin en la naturaleza; se trata de que todo cuanto vemos nos
complace, más o menos, porque encaja con nuestra facultad de percepción, ofrece
siempre cierta coherencia que se diría que responde a un designio, pero que
disfrutamos más claramente cuando sabemos para qué sirve.
En la naturaleza, tal
es lo que nos admira como orgánico, en lo cual, en todo organismo, las partes
reciben su sentido por su relación al todo, que ellas entre sí son
recíprocamente causa y efecto de su forma.
El juicio teleológico
se emplea para la investigación de la naturaleza, pero sólo para traerla a
principios de observación e investigación.
Hacemos uso de un fundamento teleológico siempre que al concepto de un
objeto atribuimos como si estuviera en la naturaleza y no en nosotros, y nos
representamos la posibilidad del objeto según la analogía de una causalidad
semejante, como la que encontramos en nosotros.
Para Kant se dan dos
clases de juicios teleológicos: el subjetivo formal, el cual no se ocupa de
explicar la existencia de nada, es decir, a representaciones. Es subjetivo también porque se refiere a los
sentimientos de la persona que enuncia el juicio. También el juicio teleológico formal
objetivo, que se encuentra en la matemática, no está éste afectado por cosas
externas y su relación causal, ni se refiere a ellas.
5) Teología y mecanicismo. Con el conocimiento de la naturaleza y de las
relaciones que se presentan entre sus elementos, se puede sacar una conclusión
de una causa inteligente del mundo.
Pero, no se puede confundir la ciencia natural con la teología, aunque
la naturaleza es obra de un ser inteligente que obra con un fin, sin embargo no
significa que la existencia de Dios se pueda considerar como una conclusión
demostrable sobre la base de una ciencia natural.
“De la magnitud del
mundo se saca en conclusión una fuerza muy grande del Creador, pero se reconoce
que eso no tiene significación más que comparativamente para nuestra facultad
de concebir, y como no se concibe todo lo posible para compararlo con la
magnitud del mundo en cuanto la conocemos, no podemos deducir, según una medida
pequeña, el poder todo del Creador, etc.”
Para Kant, el teísmo
es superior a los fundamentos mecanicistas de explicación porque refiere la
finalidad de la naturaleza a un ser primero que actúa inteligentemente, aunque
no podemos afirmar objetivamente que lo sea, sino que sólo podemos afirmarlo
subjetivamente.
“El argumento
físico-teológico se basa en datos empíricos, y el universo en cuanto totalidad
no es un dato empírico.”
Así pues, no podemos
demostrar la existencia ni los atributos de Dios; ésta es una cuestión de fe
práctica, no de conocimiento teórico, porque para Kant, Dios no es un objeto
posible de la experiencia.
D.
ACTUALIDAD DEL PENSAMIENTO
Con Kant se dio el
comienzo de una objetividad del pensamiento, gracias a su criticismo que indujo
al hombre a trascender su mundo, pasando de la simple observación al
conocimiento crítico de lo que se conoce.
El conocimiento por
tanto, no exige solamente quedarse en los procesos mentales o de la razón, sino
también dirigir la mirada al mundo nouménico, que nos ofrece la posibilidad
metafísica de nuestras capacidades.
Por consiguiente, es
necesario destacar la importancia que actualmente tiene Kant en cada uno de los
diferentes contextos sociales, que a partir de su crítica abrió a la reivindicación
del hombre respecto al mundo.
El pensamiento de
Kant entonces, aportó de esta manera a la educación, pues él, a través de la
crítica de la razón pura, presentó las posibilidades cognoscitivas en un
contexto epistemológico que proyectó a las facultades del hombre en cuanto ser
sensible y racional, pues ambas se integran, dando la primera el elemento
subjetivo y orientada racionalmente hacia un fin (conocimiento objetivo).
La educación
actualmente requiere elementos subjetivos que son dados por lo material, lo
sensible, para llegar al conocimiento objetivo que se logra en la propia
sustancialidad de las cosas; en este aspecto, los juicios son fuentes de
conocimiento, pues se dan a priori y a posteriori, por tanto, el hombre actual
mide su saber en lo que ya ha conocido como en lo que ya va a conocer, y para
esto debe tener una capacidad de asombrarse, de ver las cosas estéticamente.
El pensamiento
criticista de Kant, no escapa tampoco del campo religioso, recordemos que Kant,
en su vivencia pietista, se apartó de lo dogmático (sin llegar a ser
escéptico), queriendo escapar de un estancamiento racional, y superando las
fronteras de lo que la fe permite conocer.
El Papa Juan Pablo
II, ha iluminado grandemente este anquilosamiento de la razón con su Encíclica
“Fides et Ratio”, en la cual presenta muy oportunamente la armonía que debe
haber entre el conocimiento filosófico y el de la fe:
“La fe requiere que
su objeto sea comprendido con la ayuda de la razón; la razón, es el culmen de
su búsqueda, admite como necesario lo que la fe le presenta”
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