sábado, 13 de julio de 2013

EL ESCEPTICISMO



III.              EL ESCEPTICISMO

A.    DEFINICIÓN

“El escepticismo es la facultad de oponer, de todas las maneras posibles los fenómenos posibles y los noúmenos; y de ahí llegamos, por el equilibrio de las cosas y de las razones opuestas (isostenia), primero a la suspensión del juicio (epojé) y después a la indiferencias (ataraxia).”

El escepticismo toma una actitud contraria al dogmatismo.  Esta corriente tiene una posición que el sujeto no puede aprehender al objeto.

“El sujeto cognoscente depende de una serie de factores que le impiden llegar al objeto.”

Para comprender el escepticismo es necesario saber que: “El escepticismo como doctrina filosófica tiene dos aspectos: Uno teórico y otro práctico.

Desde el punto de vista teórico, el escepticismo es una doctrina del conocimiento según la cual no hay ningún saber firme, ni puede encontrarse nunca ninguna opinión absolutamente segura.  Desde el punto de vista práctico, el escepticismo es una actitud que encuentra en la negativa a adherirse a ninguna opinión determinada en la suspensión del juicio (epojé), la salvación del individuo, la paz interior.”

El escepticismo no pone en duda el fenómeno, sino lo que se dice de él, y esto es diferente del fenómeno mismo.

B.    ORIGEN DEL ESCEPTICISMO

El escepticismo empezó propiamente en el siglo III a.C. con Pirrón de Elis y los pirronáicos que fueron llamados escépticos.  Pirrón fue influenciado durante su expedición militar por la silenciosa sabiduría de los orientales.

C.    SENTIDO Y FASES DEL ESCEPTICISMO GRIEGO

El escepticismo griego tiene cuatro etapas bien definidas, aunque propiamente no guardan relación entre sí:

El escepticismo, en cuanto actitud negativa ante la validez del conocimiento científico aparece con Pirrón.  Su actitud y sentido es moral, al estilo de las escuelas socráticas menores en cuyo marco se encuadra el pensamiento.

La segunda fase del escepticismo se desarrolla en la Academia Platónica en lucha contra el dogmatismo de los estoicos.

El escepticismo reaparece en forma más aguda a finales del siglo I a.C, con Enesidemo y Agripa.

La última fase del escepticismo es representada por Sexto Empírico, médico que perteneció a la escuela empírica del siglo II d.C., quien se proponía destruir toda clase de dogmatismo especulativo, adoptando una actitud práctica empirista ante la realidad.

D.    REPRESENTANTES DEL ESCEPTICISMO ANTIGUO

1.     Pirrón

                          Pensamiento.  “Enseñó que la razón humana no puede penetrar hasta la esencia íntima de las cosas. Lo único que podemos conocer es la manera como las cosas aparecen ante nosotros.” Por lo tanto, de nada podemos estar ciertos, y el sabio debe abstenerse de juzgar.

No podemos fiarnos ni de las percepciones sensibles ni de la razón. No se debe admitir alguna afirmación teórica. Guardando estos principios se consigue la tranquilidad del alma (ataraxia).

“La preocupación de Pirrón no era la del mundo físico, era la virtud y la felicidad, como también la crítica dialéctica de las opiniones contrarias.”

La doctrina de Pirrón se puede reducir a lo siguiente: “No hay nada bueno sino la virtud, ni malo, sino el vicio.  La felicidad consiste en la paz y la tranquilidad del alma, todo lo demás es indiferente.”

2.     Carnéades

                        Pensamiento.  “Seguidor de Arcesilao, Carnéades enseñó que el conocimiento es imposible y que no existe criterio alguno de verdad.”

Carnéades trató de excluir toda noción absoluta, apoyándose nada más que al aspecto crítico y negativo, al relativismo, al probabilismo y a la verosimilitud.

“No hay ninguna doctrina que sea verdadera y cierta en sí misma.  Todas tienen solamente parte de verdad, y esa parte es suficiente, para fundamentar la acción ateniéndose a la probabilidad.”

Carnéades comprendió que la suspensión total del juicio es imposible y elaboró la teoría de la probabilidad que abarca diversos grados y, es a la vez, necesaria y suficiente para la acción.

La influencia de Carnéades va hasta el siglo I d.C., expresada en particular en la mentalidad de Marco Tulio Cicerón.

3.     Sexto Empírico

                        Pensamiento.  Es con Sexto Empírico que se da la última etapa del escepticismo antiguo en la forma de empirismo que desarrolla la lógica fenomenológica. “Así nace una ciencia positivista, ni Hume ni Comte han inventado nada realmente”.

Sexto sostiene que debemos suspender el juicio porque tanto la afirmación como la negación son igualmente persuasivas.  No hay criterio de verdad, las demostraciones son relativas, la causa es incapaz de explicar los hechos.  La única actitud racional es la abstención de todo juicio, sólo así se logra la libertad del espíritu, pues no se sujeta a ninguna escuela o dogma.  Pretendía Sexto que el escéptico debiera ser ante todo un observador, un buscador y cuestionador que no niega ni afirma nada, teniendo en cuenta que el escéptico no pretende negar la realidad, pero sí los juicios sobre la realidad.

Los argumentos más conocidos de Sexto se encuentran en los llamados “tropos”, en el octavo tropo Sexto dice: “Todas las cosas son relativas, nos vemos obligados a sus pender nuestro juicio sobre lo que son absolutamente y por naturaleza.”

Sexto está tan seguro de que todo es relativo, que al respecto expresa con fuerza: “Aquél que niega que todo es relativo, confirma que todo es relativo, ya que muestra que la proposición misma “todo es relativo” es relativa a nosotros, que no es absoluta, por que él nos contradice.”

En los tropos también se encuentran los argumentos contra el silogismo, contra la noción de causa y contra la idea de providencia.  En los argumentos contra el silogismo declara que la conclusión silogística representa un círculo vicioso.  En los argumentos contra la noción de causa afirma que si la causa es una relación, no puede existir objetivamente.  En cuanto a la providencia Sexto destacaba las antinomias cosmológicas (como la posibilidad de ser Dios finito o infinito) y las antinomias morales (Como la contradicción entre la perfección divina y la existencia del mal).

Finalmente dice Sexto: “Los tropos liberan al espíritu como un purgante libera al intestino evacuándose a sí mismo.  La conclusión no es pues “yo no se nada”, sino mas bien “yo me abstengo (de juzgar), examino, busco”, o, mejor aún “qué es lo que se?, fórmula de la que hizo su divisa Montaigne.”

E.    EL ESCEPTICISMO MODERNO

Los rasgos concretos de esta nueva época cobran plenitud y nitidez en la contra imagen negativa del escepticismo. “Si se quiere llegar a comprender el escepticismo como un factor necesario del pensamiento, no se debe perder de vista esta significación y este rendimiento indirecto.”

Las proposiciones escépticas, aunque por su contenido se remonten a las fórmulas antiguas, aparecen bajo un signo opuesto.  La filosofía griega vuelve a ser maestra; pero lo es ahora en un sentido nuevo: “La época moderna se vuelve, no a sus soluciones más maduras y más altas, sino a los últimos problemas y a las últimas dudas a que llega y con que concluye, para asimilárselas interiormente y crear con ello, la condición fundamental para su propia solución futura.”

Lo que en la antigüedad aparece como resultado final de una desintegración práctica, en esta etapa moderna se presenta como un punto de partida.


 A.    Representantes


a.     Miguel de Montaigne

                                   Pensamiento.  Montaigne dibuja un perfil externo y trata la ordenación formal de su doctrina en el capítulo II del libro de ensayos, titulado “Apología de Raimoud de Sabonde. En este capítulo se notan rasgos del pensamiento de la Edad Media.

Para el autor de los ensayos, el gran problema del hombre se sitúa en el plano de la existencia, es por eso que:

“La fuerza y la originalidad del escepticismo de Montaigne se manifiestan en el hecho de que sabe forjar los resultados positivos y los títulos de legitimidad de la nueva investigación, dialécticamente, en otras tantas armas contra el valor y el criterio de la validez general del saber humano.”

Montaigne ve la idea de la infinitud de los mundos para aislar al individuo y conferir un valor simplemente relativo a la vigencia de sus leyes del conocimiento.

Establecer la armonía entre el pensar y el ser, conocer el espíritu humano como imagen y símbolo de la realidad absoluta, éste es el problema central que aborda la filosofía moderna.

El pensar y el ser no pueden llegar a una verdadera consonancia, mientras pertenezcan a diferentes dimensiones lógicas, mientras el ser absoluto preceda el pensamiento como un concepto general y superior y lo englobe como un caso especial.

“El mérito lógico indirecto del escepticismo es haber desarrollado esta concepción hasta darle completa claridad.”

Para Montaigne, el saber no nos comunica la forma y naturaleza de las cosas, sino solamente la peculiaridad del órgano sobre el que las cosas actúan.

En Montaigne el escepticismo desde un primer momento, al igual que el de la antigüedad, contiene un criterio ético positivo, su meta final es la ataraxia.  Se entiende que: “El escepticismo precave al individuo contra el imperio de las pautas morales impuestas desde fuera y, enfrentándose a todas las convenciones morales arbitrarias, le asegura la libertad discursiva de su juicio.”

El escepticismo montaigniano se eleva a la auténtica significación del no saber socrático.

“La duda no se hunde en el vacío, sino que encuentra siempre su punto fijo de apoyo y de anclaje en el suelo de la consideración de los valores.”

Mientras el individuo sepa captarse en sí mismo y en toda su pureza, y sobre poniéndose a todas las limitaciones impuestas por la sociedad, descubre en sí la forma fundamental del espíritu de la humanidad en general, pues es en el hombre mismo donde se halla la esencia y la verdad.

El problema de la muerte ocupa el centro de las consideraciones éticas de los Ensayos de Montaigne: “Filosofar es aprender a morir”, nos dice. “La muerte es condición esencial de tu creación, parte de ti mismo: huyes de ti mismo cuando la huyes.” La vida para Montaigne, de por sí, no es ni un bien ni un mal, es la morada del bien o del mal, según lo que tú hagas de ella.

La duda de Montaigne, expresa al mismo tiempo el presentimiento de los nuevos problemas del conocer, él no llega a abordar de un modo positivo ningunos de los problemas que ahora surgen, pero “con él se liberan por vez primera y emprenden su vuelo las fuerzas fundamentales del espíritu que ayudarán a modelar el porvenir.”


b.    David Hume

                                               Pensamiento.  El espíritu analítico le llevó al escepticismo, como dice él: “La estéril roca en el que se ve reducido a casi la desesperación de reconocer la imposibilidad de enmendar o corregir [...] la desventurada condición, debilidad y desorden de las facultades.”

Para Hume “un verdadero escéptico desconfiará de sus dudas filosóficas" lo mismo que de sus convicciones filosóficas.  La duda escéptica surge naturalmente de una reflexión profunda e intensa sobre la cuestión de los hábitos de pensamiento.

“Quien profese un escepticismo estricto, habrá de enfrentarse, no sólo al embarazo de tener que violar sus principios teóricos para atender a las exigencias prácticas, sino también a la compulsión natural a romper con el intolerable talante de la melancolía y delirio filosófico que toma posesión del escéptico tras un ataque de concepciones metafísicas”.

Hume, en más de una ocasión llegó a la existencia del genuino escéptico, y al respecto nos dice: “Que el único resultado del escepticismo es un asombro momentáneo, irresolución y confesión.”

Si somos filósofos debemos permanecer sólo sobre principios escépticos.  “Toda realidad no es más que un puro fenómeno o hecho de conciencia, no hay sustancia ni material ni espiritual, la sustancia no es más que un concepto complejo basado en la relación de la identidad y de permanencia en el tiempo”; esto lo llevó a profesar un fenomenismo escéptico.

                                   c.  Pedro Bayle

                                               Pensamiento.  La táctica de Bayle consiste en plantear problemas por todas partes, sin manifestar nunca su propio pensamiento.  Acumula antinomias enfrentando la ciencia a la fe.  Su arma favorita es la historia.

Fue un escéptico puro y simple que manifestó en todo momento una cautela.  Lo que el propio Bayle escribió en el “Prefacio” de la primera edición del Diccionario, parece confirmar esta opinión.  Lo que pretendió fue poner de relieve la contradicción entre razón y fe y la esterilidad de las controversias teológicas de su tiempo

“En vez de discutir, hay que ser tolerante con todas las opiniones, pasando de la contradicción a la duda, de la duda a la indiferencia y de la indiferencia a la tolerancia”.

Voltaire ha dicho que en ninguna línea de Bayle hay un ataque directo al cristianismo, pero tampoco hay una sola línea que no mueva al escepticismo y a la irreligión.

Bayle no niega pues todo esto y se limita a señalar que en todas las cosas se encuentran razones para dudar y que nuestra razón no es capaz de descubrir por sí misma la verdad.

F.    ACTUALIDAD DEL PENSAMIENTO

Angustia y fanatismo son dos de las dolencias capitales de nuestro tiempo, como lo fueron, en distintas formas, del final del mundo antiguo.  El intento de ir más allá fue la ataraxia, en la versión negativa, la suspensión o la abstención, el desinterés, la indiferencia no adoptando las formas positivas que son propias de una auténtica ataraxia, las cuales son el estado de alerta y el activo tenso sosiego. 

Para Ortega y Gasset, el escepticismo filosófico no debe ser una melancolía, ni un dolor indefinible, ni una inquietud difusa que vagabundea por nuestro pecho: “El escepticismo justificado como objeción a toda teoría, es una teoría suicida.”

Ya que el escéptico se niega a seguir filosofando, son muy poco los escépticos verdaderos y consecuentes en la historia de la filosofía.  Si fuese necesario dar una definición que conviniese a todas las formas de escepticismo que presenta la historia del pensamiento filosófico, sería ésta: “El movimiento de disolución de un dogmatismo.” Esa es la función que ejerció el antiguo, el  moderno y el actual escepticismo.

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