III.
EL
ESCEPTICISMO
A. DEFINICIÓN
“El escepticismo es
la facultad de oponer, de todas las maneras posibles los fenómenos posibles y
los noúmenos; y de ahí llegamos, por el equilibrio de las cosas y de las
razones opuestas (isostenia), primero a la suspensión del juicio (epojé) y
después a la indiferencias (ataraxia).”
El escepticismo toma
una actitud contraria al dogmatismo.
Esta corriente tiene una posición que el sujeto no puede aprehender al
objeto.
“El sujeto
cognoscente depende de una serie de factores que le impiden llegar al objeto.”
Para comprender el
escepticismo es necesario saber que: “El escepticismo como doctrina filosófica
tiene dos aspectos: Uno teórico y otro práctico.
Desde el punto de
vista teórico, el escepticismo es una doctrina del conocimiento según la cual
no hay ningún saber firme, ni puede encontrarse nunca ninguna opinión
absolutamente segura. Desde el punto de
vista práctico, el escepticismo es una actitud que encuentra en la negativa a
adherirse a ninguna opinión determinada en la suspensión del juicio (epojé), la
salvación del individuo, la paz interior.”
El escepticismo no
pone en duda el fenómeno, sino lo que se dice de él, y esto es diferente del
fenómeno mismo.
B. ORIGEN DEL ESCEPTICISMO
El escepticismo
empezó propiamente en el siglo III a.C. con Pirrón de Elis y los pirronáicos
que fueron llamados escépticos. Pirrón
fue influenciado durante su expedición militar por la silenciosa sabiduría de
los orientales.
C. SENTIDO Y FASES DEL ESCEPTICISMO GRIEGO
El escepticismo
griego tiene cuatro etapas bien definidas, aunque propiamente no guardan
relación entre sí:
El escepticismo, en
cuanto actitud negativa ante la validez del conocimiento científico aparece con
Pirrón. Su actitud y sentido es moral,
al estilo de las escuelas socráticas menores en cuyo marco se encuadra el pensamiento.
La segunda fase del escepticismo
se desarrolla en la Academia Platónica en lucha contra el dogmatismo de los estoicos.
El escepticismo
reaparece en forma más aguda a finales del siglo I a.C, con Enesidemo y Agripa.
La última fase del
escepticismo es representada por Sexto Empírico, médico que perteneció a la
escuela empírica del siglo II d.C., quien se proponía destruir toda clase de
dogmatismo especulativo, adoptando una actitud práctica empirista ante la
realidad.
D. REPRESENTANTES DEL ESCEPTICISMO ANTIGUO
1. Pirrón
Pensamiento. “Enseñó que la
razón humana no puede penetrar hasta la esencia íntima de las cosas. Lo único
que podemos conocer es la manera como las cosas aparecen ante nosotros.” Por lo
tanto, de nada podemos estar ciertos, y el sabio debe abstenerse de juzgar.
No podemos fiarnos ni
de las percepciones sensibles ni de la razón. No se debe admitir alguna
afirmación teórica. Guardando estos principios se consigue la tranquilidad del
alma (ataraxia).
“La preocupación de
Pirrón no era la del mundo físico, era la virtud y la felicidad, como también
la crítica dialéctica de las opiniones contrarias.”
La doctrina de Pirrón
se puede reducir a lo siguiente: “No hay nada bueno sino la virtud, ni malo,
sino el vicio. La felicidad consiste en
la paz y la tranquilidad del alma, todo lo demás es indiferente.”
2. Carnéades
Pensamiento. “Seguidor de
Arcesilao, Carnéades enseñó que el conocimiento es imposible y que no existe
criterio alguno de verdad.”
Carnéades trató de
excluir toda noción absoluta, apoyándose nada más que al aspecto crítico y
negativo, al relativismo, al probabilismo y a la verosimilitud.
“No hay ninguna
doctrina que sea verdadera y cierta en sí misma. Todas tienen solamente parte de verdad, y esa
parte es suficiente, para fundamentar la acción ateniéndose a la probabilidad.”
Carnéades comprendió
que la suspensión total del juicio es imposible y elaboró la teoría de la
probabilidad que abarca diversos grados y, es a la vez, necesaria y suficiente
para la acción.
La influencia de Carnéades
va hasta el siglo I d.C., expresada en particular en la mentalidad de Marco
Tulio Cicerón.
3. Sexto Empírico
Pensamiento. Es con Sexto
Empírico que se da la última etapa del escepticismo antiguo en la forma de
empirismo que desarrolla la lógica fenomenológica. “Así nace una ciencia
positivista, ni Hume ni Comte han inventado nada realmente”.
Sexto sostiene que
debemos suspender el juicio porque tanto la afirmación como la negación son
igualmente persuasivas. No hay criterio
de verdad, las demostraciones son relativas, la causa es incapaz de explicar
los hechos. La única actitud racional es
la abstención de todo juicio, sólo así se logra la libertad del espíritu, pues
no se sujeta a ninguna escuela o dogma.
Pretendía Sexto que el escéptico debiera ser ante todo un observador, un
buscador y cuestionador que no niega ni afirma nada, teniendo en cuenta que el
escéptico no pretende negar la realidad, pero sí los juicios sobre la realidad.
Los argumentos más
conocidos de Sexto se encuentran en los llamados “tropos”, en el octavo tropo
Sexto dice: “Todas las cosas son relativas, nos vemos obligados a sus pender
nuestro juicio sobre lo que son absolutamente y por naturaleza.”
Sexto está tan seguro
de que todo es relativo, que al respecto expresa con fuerza: “Aquél que niega
que todo es relativo, confirma que todo es relativo, ya que muestra que la
proposición misma “todo es relativo” es relativa a nosotros, que no es
absoluta, por que él nos contradice.”
En los tropos también
se encuentran los argumentos contra el silogismo, contra la noción de causa y
contra la idea de providencia. En los
argumentos contra el silogismo declara que la conclusión silogística representa
un círculo vicioso. En los argumentos
contra la noción de causa afirma que si la causa es una relación, no puede
existir objetivamente. En cuanto a la
providencia Sexto destacaba las antinomias cosmológicas (como la posibilidad de
ser Dios finito o infinito) y las antinomias morales (Como la contradicción
entre la perfección divina y la existencia del mal).
Finalmente dice
Sexto: “Los tropos liberan al espíritu como un purgante libera al intestino
evacuándose a sí mismo. La conclusión no
es pues “yo no se nada”, sino mas bien “yo me abstengo (de juzgar), examino,
busco”, o, mejor aún “qué es lo que se?, fórmula de la que hizo su divisa
Montaigne.”
E. EL ESCEPTICISMO MODERNO
Los rasgos concretos
de esta nueva época cobran plenitud y nitidez en la contra imagen negativa del
escepticismo. “Si se quiere llegar a comprender el escepticismo como un factor
necesario del pensamiento, no se debe perder de vista esta significación y este
rendimiento indirecto.”
Las proposiciones
escépticas, aunque por su contenido se remonten a las fórmulas antiguas,
aparecen bajo un signo opuesto. La
filosofía griega vuelve a ser maestra; pero lo es ahora en un sentido nuevo:
“La época moderna se vuelve, no a sus soluciones más maduras y más altas, sino
a los últimos problemas y a las últimas dudas a que llega y con que concluye,
para asimilárselas interiormente y crear con ello, la condición fundamental
para su propia solución futura.”
Lo que en la
antigüedad aparece como resultado final de una desintegración práctica, en esta
etapa moderna se presenta como un punto de partida.
A. Representantes
a. Miguel de Montaigne
Pensamiento. Montaigne dibuja un perfil externo y trata la
ordenación formal de su doctrina en el capítulo II del libro de ensayos,
titulado “Apología de Raimoud de Sabonde. En este capítulo se notan rasgos del
pensamiento de la Edad Media.
Para el autor de los
ensayos, el gran problema del hombre se sitúa en el plano de la existencia, es
por eso que:
“La fuerza y la
originalidad del escepticismo de Montaigne se manifiestan en el hecho de que
sabe forjar los resultados positivos y los títulos de legitimidad de la nueva
investigación, dialécticamente, en otras tantas armas contra el valor y el
criterio de la validez general del saber humano.”
Montaigne ve la idea
de la infinitud de los mundos para aislar al individuo y conferir un valor
simplemente relativo a la vigencia de sus leyes del conocimiento.
Establecer la armonía
entre el pensar y el ser, conocer el espíritu humano como imagen y símbolo de
la realidad absoluta, éste es el problema central que aborda la filosofía
moderna.
El pensar y el ser no
pueden llegar a una verdadera consonancia, mientras pertenezcan a diferentes
dimensiones lógicas, mientras el ser absoluto preceda el pensamiento como un
concepto general y superior y lo englobe como un caso especial.
“El mérito lógico
indirecto del escepticismo es haber desarrollado esta concepción hasta darle
completa claridad.”
Para Montaigne, el
saber no nos comunica la forma y naturaleza de las cosas, sino solamente la
peculiaridad del órgano sobre el que las cosas actúan.
En Montaigne el escepticismo
desde un primer momento, al igual que el de la antigüedad, contiene un criterio
ético positivo, su meta final es la ataraxia.
Se entiende que: “El escepticismo precave al individuo contra el imperio
de las pautas morales impuestas desde fuera y, enfrentándose a todas las
convenciones morales arbitrarias, le asegura la libertad discursiva de su
juicio.”
El escepticismo
montaigniano se eleva a la auténtica significación del no saber socrático.
“La duda no se hunde
en el vacío, sino que encuentra siempre su punto fijo de apoyo y de anclaje en
el suelo de la consideración de los valores.”
Mientras el individuo
sepa captarse en sí mismo y en toda su pureza, y sobre poniéndose a todas las
limitaciones impuestas por la sociedad, descubre en sí la forma fundamental del
espíritu de la humanidad en general, pues es en el hombre mismo donde se halla
la esencia y la verdad.
El problema de la
muerte ocupa el centro de las consideraciones éticas de los Ensayos de
Montaigne: “Filosofar es aprender a morir”, nos dice. “La muerte es condición
esencial de tu creación, parte de ti mismo: huyes de ti mismo cuando la huyes.”
La vida para Montaigne, de por sí, no es ni un bien ni un mal, es la morada del
bien o del mal, según lo que tú hagas de ella.
La duda de Montaigne,
expresa al mismo tiempo el presentimiento de los nuevos problemas del conocer,
él no llega a abordar de un modo positivo ningunos de los problemas que ahora
surgen, pero “con él se liberan por vez primera y emprenden su vuelo las
fuerzas fundamentales del espíritu que ayudarán a modelar el porvenir.”
b. David Hume
Pensamiento. El espíritu analítico le llevó al
escepticismo, como dice él: “La estéril roca en el que se ve reducido a casi la
desesperación de reconocer la imposibilidad de enmendar o corregir [...] la
desventurada condición, debilidad y desorden de las facultades.”
Para Hume “un
verdadero escéptico desconfiará de sus dudas filosóficas" lo mismo que de
sus convicciones filosóficas. La duda
escéptica surge naturalmente de una reflexión profunda e intensa sobre la
cuestión de los hábitos de pensamiento.
“Quien profese un
escepticismo estricto, habrá de enfrentarse, no sólo al embarazo de tener que
violar sus principios teóricos para atender a las exigencias prácticas, sino
también a la compulsión natural a romper con el intolerable talante de la
melancolía y delirio filosófico que toma posesión del escéptico tras un ataque
de concepciones metafísicas”.
Hume, en más de una
ocasión llegó a la existencia del genuino escéptico, y al respecto nos dice:
“Que el único resultado del escepticismo es un asombro momentáneo, irresolución
y confesión.”
Si somos filósofos
debemos permanecer sólo sobre principios escépticos. “Toda realidad no es más que un puro fenómeno
o hecho de conciencia, no hay sustancia ni material ni espiritual, la sustancia
no es más que un concepto complejo basado en la relación de la identidad y de
permanencia en el tiempo”; esto lo llevó a profesar un fenomenismo escéptico.
c. Pedro Bayle
Pensamiento. La táctica de Bayle consiste en plantear
problemas por todas partes, sin manifestar nunca su propio pensamiento. Acumula antinomias enfrentando la ciencia a
la fe. Su arma favorita es la historia.
Fue un escéptico puro
y simple que manifestó en todo momento una cautela. Lo que el propio Bayle escribió en el
“Prefacio” de la primera edición del Diccionario, parece confirmar esta
opinión. Lo que pretendió fue poner de
relieve la contradicción entre razón y fe y la esterilidad de las controversias
teológicas de su tiempo
“En vez de discutir,
hay que ser tolerante con todas las opiniones, pasando de la contradicción a la
duda, de la duda a la indiferencia y de la indiferencia a la tolerancia”.
Voltaire ha dicho que
en ninguna línea de Bayle hay un ataque directo al cristianismo, pero tampoco
hay una sola línea que no mueva al escepticismo y a la irreligión.
Bayle no niega pues
todo esto y se limita a señalar que en todas las cosas se encuentran razones
para dudar y que nuestra razón no es capaz de descubrir por sí misma la verdad.
F. ACTUALIDAD DEL PENSAMIENTO
Angustia y fanatismo
son dos de las dolencias capitales de nuestro tiempo, como lo fueron, en
distintas formas, del final del mundo antiguo.
El intento de ir más allá fue la ataraxia, en la versión negativa, la
suspensión o la abstención, el desinterés, la indiferencia no adoptando las
formas positivas que son propias de una auténtica ataraxia, las cuales son el
estado de alerta y el activo tenso sosiego.
Para Ortega y Gasset,
el escepticismo filosófico no debe ser una melancolía, ni un dolor indefinible,
ni una inquietud difusa que vagabundea por nuestro pecho: “El escepticismo
justificado como objeción a toda teoría, es una teoría suicida.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario