XIII.
EXISTENCIALISMO
A.
DEFINICIÓN
Etimológicamente
proviene de los vocablos latinos Ex–Sistere, Existentia, que
significan “lo que está ahí”, “lo que es”.
También Ex–Sistit, que es “lo que está afuera”; así, la
existencia es equiparable a la realidad, lo que está “Ex” de la cosa que es.
De este modo, el
existencialismo, como relación hombre mundo, “lucha contra toda concepción del
hombre que le considere independiente de sus relaciones con el mundo, como alma
pura, conciencia pura, yo puro o espíritu puro”.
El existencialismo es
una de las corrientes filosóficas más importantes del Siglo XX, tiene sus
raíces en pensadores como Sören Kierkegaard y su posición sobre la
angustia. Surgió después de la Primera
Guerra Mundial y tuvo un resurgimiento en la Segunda Guerra Mundial.
Para los
existencialistas el hombre es una realidad completa inacabada, con conciencia y
libertad, cuyo destino es hacerse y realizarse en medio de múltiples
contradicciones de su propia vivencia, lo que le engendra la incertidumbre y la
angustia frente al absurdo, al fracaso, lo misterioso y lo inexplicable de su
propia existencia.
Aparece el
existencialismo, a diferencia del esencialismo, proclamando y defendiendo
radicalmente la existencia sobre la esencia.
B.
REPRESENTANTES
1. Sören Aabye Kierkegaard.
Pensamiento. El punto de partida y la meta de las
preocupaciones kierkegaardianas es el yo como ser individual: “De nada sirve a
los hombres querer determinar primeramente lo exterior y luego el elemento
constitutivo. Se debe, en primer lugar,
aprender a conocerse a sí mismo antes de conocer otra cosa”. El yo debe entenderse como relación consigo
mismo, el yo es autorrelación.
Esta concepción del
yo como autorrelación en Kierkegaard ha de convertirse después de él en
patrimonio común de todos los existencialistas, pues esta autorrelación
constituye la esencia del yo y es interna, concreta, recíproca y viviente. Un examen más profundo de los datos de la
conciencia lleva a Kierkegaard a la afirmación de que Dios sostiene y
fundamenta el yo. De esta manera la
autorrelación del yo se completa en su relación a Dios.
En la concepción
kierkegaardiana yo y pecado se identifican pues dice él que sólo se puede estar
delante de Dios con la conciencia del pecado; así al hombre por el pecado
deviene un yo existente, autorrelacionándose y colocándose delante de Dios.
1) La Angustia. A este tema
Kierkegaard dedica una de sus obras, en la cual se propone trata el concepto de
la angustia psicológicamente, pero teniendo In Mente y a la vista el dogma del pecado
original. Para explicar el pecado de
Adán tiene en cuenta dos ingredientes: la prohibición hecha por Dios de no
comer del árbol de la ciencia, y la actuación del tentador, es decir, el
demonio en forma de serpiente según el pasaje bíblico.
Empieza explicando
que es necesario suprimir los dos ingredientes ya mencionados. Ni Dios ni el Diablo tienen nada que ver con
el pecado original. Sólo queda en pie
Adán, en radical soledad con la Prohibición, que procede de sí
mismo, y con la Tentación, que no puede venir de fuera.
Al respecto, la
prohibición es puesta por Adán mismo. El
yo es una relación consigo mismo. La
conciencia de Adán como al de todo hombre, es dual: una parte de la conciencia
pronuncia y la otra recibe la prohibición.
También debe ser suprimido el tentador para lo cual Kierkegaard se apoya
en un pasaje bíblico del Apóstol Santiago en el que dice que Dios no tienta a
nadie y ni es tentado por nadie, sino que cada uno es tentado por sí
mismo. Es aquí entonces donde, al
suprimir al tentador, aparece la angustia.
La cual tiene el poder fascinador que otros atribuyen a la astuta
serpiente; y en medio de la angustia surge el pecado. El yo se ha destacado sobre su naturalidad,
se ha existencializado.
2) El Hombre. En el campo
antropológico plantea que el hombre no alcanza su realización progresiva, sino
que en el yo se dan riesgos y saltos.
Propone, pues, tres estadios que según él se dan en la vida del hombre.
El Estadio Estético: El cual es
el momento del placer escurridizo en la búsqueda desesperada del hedonismo, es
el constante presente y superficial que no posee ningún vínculo con lo
trascendente.
El Estado Ético: Es cuando se vive de
acuerdo a los principios morales, ordenando su actividad y conducta con base en
el deber. El deber es para el individuo
práctico el imperativo general al cual debe ser obediente.
El Estadio Religioso: Constituido por la
paradoja de la fe, al mismo tiempo ésta paradoja es un escándalo ético, ya que
es detener la razón y la ética para apoyarse simplemente en la fe. El acercamiento a Dios lo posibilita la
angustia, de la cual se sale por la fe en él.
2. Martin Heidegger.
Pensamiento.
1) El Sein. Es el primero de los conceptos en los cuales
divide al ser. Heidegger considera que
el Sein es el ser, o sea, los entes que no tienen conciencia de sí, que no
pueden interrogarse acerca de sí, son los “seres a la mano”
2) El Dasein. Es “el ser ahí”, es
el hombre, el que se pregunta por el ser, por su existencia. Heidegger lo explica mediante tres elementos:
·
El ser que existe en el mundo es el Dasein,
el ente concreto, el cual es el hombre.
·
El Dasein se relaciona con el mundo de una
forma especial porque comprende su existencia, el Sein no sabe que existe el
mundo para él.
·
El Dasein no existe ni aislado ni independientemente, sino que existe
inmerso en le mundo con los demás seres.
Se remarca el
existencialismo de Heidegger cuando afronta el problema del ser con los otros,
a lo que considera como el segundo motivo existencial, a los otros se considera
como un yo en objetos, como seres a la mano.
3) El Hombre es ser para la muerte. Dice
Heidegger que el hombre es un ser para la muerte, que ha sido arrojado al mundo
“para en él morir e ir muriendo”, ya que la muerte es lo único seguro que cabe
esperar al hombre, afirma que la totalidad existencial, con la muerte, llega a
su fin.
3. Jean Paul Sartre.
Pensamiento. Sartre nos ofrece una versión francesa
de la doctrina de Heidegger y define el existencialismo como “un intento de
extraer todas las consecuencias de una posición atea coherente”.
Fue el primero en dar
al término existencialismo un uso masivo al utilizarlo para identificar su
propia filosofía y ser el representante de un movimiento diferente en Francia, que
fue influyente a escala internacional después de la Segunda Guerra
Mundial. Su filosofía es atea y
pesimista de una forma explícita, declaró que los seres humanos necesitan una
base racional para sus vidas pero son incapaces de conseguirla y, por ello, la
existencia de los hombres es “pasión inútil”.
No obstante, insiste en que el existencialismo es una forma de humanismo
y resalta la libertad, la elección y la responsabilidad humana. Con un gran refinamiento literario intenta
reconciliar esos conceptos existencialistas con un análisis marxista de la
sociedad y de la historia.
Sartre hace una
distinción en el campo ontológico entre el “en sí” y el “para sí”, lo que
permite hacer una diferenciación entre el hombre y el mundo.
El “en sí” viene a
ser lo que es y carece de toda relación,
es una masa indiferenciada, una entidad opacada y compacta. Es el mismo mundo.
El “para sí” viene a
ser el hombre, la conciencia, y ésta está en el mundo, en el ser en sí pero
totalmente es diferente a él. El para sí
es totalmente libre y está condenado a permanecer en la condición de
libertad.
A Sartre le llama la
atención los conflictos y vicisitudes donde se pueden destacar los rasgos de la
naturaleza humana; estos tipos de vida son los de la homosexualidad, la drogadicción,
los condenados a la pena de muerte, entre otros.
Ve al hombre como un
proyecto que se vive subjetivamente y nada existe previo a dicho proyecto,
afirma que no hay valores ni eternos ni fijos; no hay normas establecidas de
una vez para siempre, sino que el hombre debe regirlas de acuerdo con sus
convicciones personales.
Para él, son absurdos
y contradictorios los conceptos de Dios y de Creación, al igual que el ser en
sí y el ser para sí son radicalmente distintos y no tienen ninguna vinculación.
Dios, según él, no
existe y por tanto las cosas del mundo son contingentes, y ningún valor es
superior a otro; así las cosas carecen de sentido y de fundamento y lo que el
hombre hace por encontrarles sentido es algo en vano, pues el hombre es “una pasión
inútil”.
En cuanto al sentido
de la libertad en Sartre, el hombre está condenado a ser libre: “el hombre es
ahora absolutamente libre. Pero esta
libertad no es un don, sino que el hombre se halla condenado a ella, condenado porque
para que la libertad sea plena libertad, no puede haber nada enfrentado
normativamente al hombre, ni fe en Dios, ni verdades, ni valores”.
El hombre está
solitario y sin acercamiento en un mundo hostil, sin otra salida que a sí
mismo, su propio proyecto. “Si suelo
trata él (el ser para sí) de evocar un suelo del “sin suelo”, viviéndose en
peligro de hundirse realmente en la nada”.
Sartre es nihilista y ateo radical.
La nada de Heidegger es juntamente ser, y por eso también es suelo y
plenitud, y no excluye la teología, aunque no la incluya positivamente.
C.
EXISTENCIALISTAS CRISTIANOS
1. Blas Pascal.
Pensamiento. Fue el primero en anticipar las
principales inquietudes del existencialismo moderno. Rechazó el racionalismo vigoroso de Renato
Descartes, afirmando en su obra que una filosofía sistemática que se considere
capaz de explicar a Dios y la humanidad presenta una forma de orgullo. También contempló como muchos la vida humana
en término de paradoja.
Dice que el hombre es
una realidad finita perdida en el universo y suspendido entre los infinitos (lo
infinitamente grande, lo infinitamente pequeño), entre el todo y la nada. Su ser es incomprensible por estar compuesto
de dos naturalezas opuestas (alma y cuerpo, materia y espíritu), cuya condición
racional se nos escapa; el hombre es “caña pensante” (debilidad y grandeza);
está encarnado y embarcado en el mundo sin haberlo querido o buscarlo; es un
devenir, un presente insaciable porque vive en el pasado mediante sus recuerdos
y en el futuro mediante sus proyectos, hasta que la muerte acabe con su vida,
que es una total comedia.
Plantea al ser según
el orden de los mismos seres. El hombre
es él mismo “todas las cosas”. Por ello
el hombre es una contradicción en sí, y en la reflexión se convierte él mismo
en el “monstruo inconcebible”. Dice
además, que la razón humana debe dejar lugar a la decisión del corazón, como
una “apuesta” en la que el hombre no tiene nada que perder y puede ganarlo
todo”.
2. Gabriel Marcel.
Pensamiento. El punto de partida de su pensamiento
es su arraigada convicción de la trascendencia divina y su firme fe en
Dios. Su reflexión y pensamiento no son
sistemáticos, pues de plano rechaza toda construcción organizada de sistemas,
al igual que declara su repugnancia a pensar en categorías conceptuales y
razonamientos deductivos. Su método
consiste en una reflexión sobre la unidad concreta del vivir y el pensar en el
existente, admitiendo como grandes realidades concretas al yo y al tú.
Nuestra existencia es
impensable sin la existencia de Dios, pues nuestra existencia es participación
de la de Dios, es por ello, que no hay que establecer la existencia sino
reconocerla.
Pretende recuperar el
racionalismo idealista fundamentando la realidad particular y singular, porque
hay que captar la vida palpitante y trágica del individuo: “Creo que la
exigencia de Dios no es otra cosa que la exigencia de trascendencia
descubriendo su auténtico rostro... ninguna filosofía podrá dar un golpe de
Estado instaurando como Dios algo que la conciencia creyente rehúsa conocer
como tal”.
Gabriel Marcel afirma
que el ser es un misterio, en cuanto podemos descubrir siempre facetas nuevas y
nuevas formas de manifestación en él.
3. Karl Jaspers.
Pensamiento. Considera el fundamento del filosofar
y, por tanto, el de la existencia, como el esclarecimiento de la búsqueda del
ser “por esto es necesario que el hombre, con esfuerzo resuelto, tome por sí
mismo la propia determinación de su ser: este esfuerzo resuelto ya es
existencia”. Pues su meditación filosófica
empieza considerando la situación espiritual del hombre actual. Es la edad de la colectivización.
Jaspers formula sus
ideas como llamamiento, conduce a la más franca orientación hacia el mundo,
hace profundamente consciente la historicidad, analiza con especial insistencia
las formas fundamentales de la comunicación humana, hasta que finalmente,
mediante la experimentación de los límites del saber finito y de la seguridad
finita en general (fracaso, situación límite) descubre la transformación decisiva
de la existencia humana (el nacimiento de la existencia propiamente dicha) en
el acto de percatarse de “trascendencia”, de Dios.
D.
CORRIENTES EXISTENCIALISTAS
1. Vitalismo.
El
vitalismo concibe la vida como el desarrollo de la conciencia y de la libertad
mediante múltiples procesos vitales que permiten la realización del ser humano
en su concreta realidad, o mejor, como viviente, capacitado para conocer, no
mediante la sola razón sino, por la experiencia adquirida a través de su
proceso de vida y que se realiza no mediante esquemas racionales sino de sus
propias vivencias.
En el vitalismo se
dan múltiples respuestas a la pregunta ¿Qué es la vida? Pues cada cual habla
desde su punto de vista. El precursor
más importante de esta corriente, a pesar de que no tiene una elaboración
sistemática, es Federico Nietzsche por la importancia que le da a la vida y a
la creatividad del hombre. Además de
éste encontramos otros representantes de menos trascendencia pero también
significativos: Henri Bergson, Miguel de Unamuno y Ortega y Gasset.
* Principal Representante.
Federico
Nietzsche. Se caracteriza por
distanciarse de las corrientes filosóficas de su época. Se concibe como un ser importante para la
historia y en concreto para su época. Su
pensamiento es calificado de nihilismo, comienza por captar los síntomas de la
decadencia de su época acompañado por cierto disgusto por la propia existencia
que le ha tocado vivir. Advierte el
surgimiento de una nueva voluntad de existir.
Su actitud filosófica
tomada ante la existencia comienza por considerar que Dios ha muerto y con esto
supone una interpretación histórica de la situación del hombre en la sociedad
moderna: “convencido el hombre de la muerte de Dios no le queda nada. Debe partir de la nada y construir su propio
mundo, su propia interpretación de la realidad.
La auto desvalorización de todo cuanto hay al paso previo para empezar
de nuevo y sin ningún condicionante”.
El nihilismo se sitúa
en un nivel profundo que posibilita la transmutación de los valores
tradicionales así el mundo que es caos sólo puede adquirir sentido si es el
hombre quien, mediante su voluntad de poder, le otorga el sentido.
Nietzsche nos
presenta el Súper Hombre como negación del hombre racional. Al Súper Hombre no se le puede identificar
con el hombre concreto, pues todavía no ha existido ni exista, sino que aparece
como el ideal al que tiene que llegar el hombre, adquiriendo en abundancia la
vida y la voluntad de poder. Las
características del Súper Hombre son:
·
Es libre: ya que se
desahoga en espíritu de toda clase de remordimientos, descartando la vieja
moral y retornando a la inocencia del paganismo.
·
Es creador: pues tiene
poder para crear sus propios valores conforme a su naturaleza. En consecuencia es él mismo quien dice lo que
es bien o mal sin tener que referirse a ningún valor preexistente.
·
Es
legislador:
como no tiene más ley que su propia voluntad, se convierte en legislador del
rebaño y en su tiranía impone, por la fuerza, sus valores y su voluntad; moldea
a los hombres como barro y los sacrifica sin escrúpulos para su propia
exaltación, “el hombre superior se distingue del inferior por la intrepidez con
que provoca la desgracia”.
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