domingo, 29 de septiembre de 2013

EL EXISTENCIALISMO



XIII.              EXISTENCIALISMO

            A.  DEFINICIÓN

Etimológicamente proviene de los vocablos latinos Ex–Sistere, Existentia, que significan “lo que está ahí”, “lo que es”.  También Ex–Sistit, que es “lo que está afuera”; así, la existencia es equiparable a la realidad, lo que está “Ex” de la cosa que es.

De este modo, el existencialismo, como relación hombre mundo, “lucha contra toda concepción del hombre que le considere independiente de sus relaciones con el mundo, como alma pura, conciencia pura, yo puro o espíritu puro”.

El existencialismo es una de las corrientes filosóficas más importantes del Siglo XX, tiene sus raíces en pensadores como Sören Kierkegaard y su posición sobre la angustia.  Surgió después de la Primera Guerra Mundial y tuvo un resurgimiento en la Segunda Guerra Mundial.

Para los existencialistas el hombre es una realidad completa inacabada, con conciencia y libertad, cuyo destino es hacerse y realizarse en medio de múltiples contradicciones de su propia vivencia, lo que le engendra la incertidumbre y la angustia frente al absurdo, al fracaso, lo misterioso y lo inexplicable de su propia existencia.

Aparece el existencialismo, a diferencia del esencialismo, proclamando y defendiendo radicalmente la existencia sobre la esencia.

            B.  REPRESENTANTES

                        1.  Sören Aabye Kierkegaard.

                                   Pensamiento.  El punto de partida y la meta de las preocupaciones kierkegaardianas es el yo como ser individual: “De nada sirve a los hombres querer determinar primeramente lo exterior y luego el elemento constitutivo.  Se debe, en primer lugar, aprender a conocerse a sí mismo antes de conocer otra cosa”.  El yo debe entenderse como relación consigo mismo, el yo es autorrelación.

Esta concepción del yo como autorrelación en Kierkegaard ha de convertirse después de él en patrimonio común de todos los existencialistas, pues esta autorrelación constituye la esencia del yo y es interna, concreta, recíproca y viviente.  Un examen más profundo de los datos de la conciencia lleva a Kierkegaard a la afirmación de que Dios sostiene y fundamenta el yo.  De esta manera la autorrelación del yo se completa en su relación a Dios.

En la concepción kierkegaardiana yo y pecado se identifican pues dice él que sólo se puede estar delante de Dios con la conciencia del pecado; así al hombre por el pecado deviene un yo existente, autorrelacionándose y colocándose delante de Dios.

                                               1)   La Angustia. A este tema Kierkegaard dedica una de sus obras, en la cual se propone trata el concepto de la angustia psicológicamente, pero teniendo In Mente  y a la vista el dogma del pecado original.  Para explicar el pecado de Adán tiene en cuenta dos ingredientes: la prohibición hecha por Dios de no comer del árbol de la ciencia, y la actuación del tentador, es decir, el demonio en forma de serpiente según el pasaje bíblico.

Empieza explicando que es necesario suprimir los dos ingredientes ya mencionados.  Ni Dios ni el Diablo tienen nada que ver con el pecado original.  Sólo queda en pie Adán, en radical soledad con la Prohibición, que procede de sí mismo, y con la Tentación, que no puede venir de fuera.

Al respecto, la prohibición es puesta por Adán mismo.  El yo es una relación consigo mismo.  La conciencia de Adán como al de todo hombre, es dual: una parte de la conciencia pronuncia y la otra recibe la prohibición.  También debe ser suprimido el tentador para lo cual Kierkegaard se apoya en un pasaje bíblico del Apóstol Santiago en el que dice que Dios no tienta a nadie y ni es tentado por nadie, sino que cada uno es tentado por sí mismo.  Es aquí entonces donde, al suprimir al tentador, aparece la angustia.  La cual tiene el poder fascinador que otros atribuyen a la astuta serpiente; y en medio de la angustia surge el pecado.  El yo se ha destacado sobre su naturalidad, se ha existencializado.

                                               2)   El Hombre. En el campo antropológico plantea que el hombre no alcanza su realización progresiva, sino que en el yo se dan riesgos y saltos.  Propone, pues, tres estadios que según él se dan en la vida del hombre.

El Estadio Estético: El cual es el momento del placer escurridizo en la búsqueda desesperada del hedonismo, es el constante presente y superficial que no posee ningún vínculo con lo trascendente.

El Estado Ético: Es cuando se vive de acuerdo a los principios morales, ordenando su actividad y conducta con base en el deber.  El deber es para el individuo práctico el imperativo general al cual debe ser obediente.

El Estadio Religioso: Constituido por la paradoja de la fe, al mismo tiempo ésta paradoja es un escándalo ético, ya que es detener la razón y la ética para apoyarse simplemente en la fe.  El acercamiento a Dios lo posibilita la angustia, de la cual se sale por la fe en él.

                        2.  Martin Heidegger.

                                   Pensamiento.

                                               1)   El Sein.  Es el primero de los conceptos en los cuales divide al ser.  Heidegger considera que el Sein es el ser, o sea, los entes que no tienen conciencia de sí, que no pueden interrogarse acerca de sí, son los “seres a la mano”

                                               2)   El Dasein. Es “el ser ahí”, es el hombre, el que se pregunta por el ser, por su existencia.  Heidegger lo explica mediante tres elementos:

·         El ser que existe en el mundo es el Dasein, el ente concreto, el cual es el hombre.
·         El Dasein se relaciona con el mundo de una forma especial porque comprende su existencia, el Sein no sabe que existe el mundo para él.
·         El Dasein no existe ni aislado  ni independientemente, sino que existe inmerso en le mundo con los demás seres.

Se remarca el existencialismo de Heidegger cuando afronta el problema del ser con los otros, a lo que considera como el segundo motivo existencial, a los otros se considera como un yo en objetos, como seres a la mano.

                                               3)  El Hombre es ser para la muerte. Dice Heidegger que el hombre es un ser para la muerte, que ha sido arrojado al mundo “para en él morir e ir muriendo”, ya que la muerte es lo único seguro que cabe esperar al hombre, afirma que la totalidad existencial, con la muerte, llega a su fin.

                        3.  Jean Paul Sartre.

                                   Pensamiento.  Sartre nos ofrece una versión francesa de la doctrina de Heidegger y define el existencialismo como “un intento de extraer todas las consecuencias de una posición atea coherente”.

Fue el primero en dar al término existencialismo un uso masivo al utilizarlo para identificar su propia filosofía y ser el representante de un movimiento diferente en Francia, que fue influyente a escala internacional después de la Segunda Guerra Mundial.  Su filosofía es atea y pesimista de una forma explícita, declaró que los seres humanos necesitan una base racional para sus vidas pero son incapaces de conseguirla y, por ello, la existencia de los hombres es “pasión inútil”.  No obstante, insiste en que el existencialismo es una forma de humanismo y resalta la libertad, la elección y la responsabilidad humana.  Con un gran refinamiento literario intenta reconciliar esos conceptos existencialistas con un análisis marxista de la sociedad y de la historia.

Sartre hace una distinción en el campo ontológico entre el “en sí” y el “para sí”, lo que permite hacer una diferenciación entre el hombre y el mundo.

El “en sí” viene a ser  lo que es y carece de toda relación, es una masa indiferenciada, una entidad opacada y compacta.  Es el mismo mundo.

El “para sí” viene a ser el hombre, la conciencia, y ésta está en el mundo, en el ser en sí pero totalmente es diferente a él.  El para sí es totalmente libre y está condenado a permanecer en la condición de libertad. 

A Sartre le llama la atención los conflictos y vicisitudes donde se pueden destacar los rasgos de la naturaleza humana; estos tipos de vida son los de la homosexualidad, la drogadicción, los condenados a la pena de muerte, entre otros.

Ve al hombre como un proyecto que se vive subjetivamente y nada existe previo a dicho proyecto, afirma que no hay valores ni eternos ni fijos; no hay normas establecidas de una vez para siempre, sino que el hombre debe regirlas de acuerdo con sus convicciones personales.

Para él, son absurdos y contradictorios los conceptos de Dios y de Creación, al igual que el ser en sí y el ser para sí son radicalmente distintos y no tienen ninguna vinculación.

Dios, según él, no existe y por tanto las cosas del mundo son contingentes, y ningún valor es superior a otro; así las cosas carecen de sentido y de fundamento y lo que el hombre hace por encontrarles sentido es algo en vano, pues el hombre es “una pasión inútil”.

En cuanto al sentido de la libertad en Sartre, el hombre está condenado a ser libre: “el hombre es ahora absolutamente libre.  Pero esta libertad no es un don, sino que el hombre se halla condenado a ella, condenado porque para que la libertad sea plena libertad, no puede haber nada enfrentado normativamente al hombre, ni fe en Dios, ni verdades, ni valores”.

El hombre está solitario y sin acercamiento en un mundo hostil, sin otra salida que a sí mismo, su propio proyecto.  “Si suelo trata él (el ser para sí) de evocar un suelo del “sin suelo”, viviéndose en peligro de hundirse realmente en la nada”.  Sartre es nihilista y ateo radical.  La nada de Heidegger es juntamente ser, y por eso también es suelo y plenitud, y no excluye la teología, aunque no la incluya positivamente.

            C.  EXISTENCIALISTAS CRISTIANOS

                        1.  Blas Pascal.

Pensamiento.  Fue el primero en anticipar las principales inquietudes del existencialismo moderno.  Rechazó el racionalismo vigoroso de Renato Descartes, afirmando en su obra que una filosofía sistemática que se considere capaz de explicar a Dios y la humanidad presenta una forma de orgullo.  También contempló como muchos la vida humana en término de paradoja.

Dice que el hombre es una realidad finita perdida en el universo y suspendido entre los infinitos (lo infinitamente grande, lo infinitamente pequeño), entre el todo y la nada.  Su ser es incomprensible por estar compuesto de dos naturalezas opuestas (alma y cuerpo, materia y espíritu), cuya condición racional se nos escapa; el hombre es “caña pensante” (debilidad y grandeza); está encarnado y embarcado en el mundo sin haberlo querido o buscarlo; es un devenir, un presente insaciable porque vive en el pasado mediante sus recuerdos y en el futuro mediante sus proyectos, hasta que la muerte acabe con su vida, que es una total comedia.

Plantea al ser según el orden de los mismos seres.  El hombre es él mismo “todas las cosas”.  Por ello el hombre es una contradicción en sí, y en la reflexión se convierte él mismo en el “monstruo inconcebible”.  Dice además, que la razón humana debe dejar lugar a la decisión del corazón, como una “apuesta” en la que el hombre no tiene nada que perder y puede ganarlo todo”.

                        2.  Gabriel Marcel.

                                   Pensamiento.  El punto de partida de su pensamiento es su arraigada convicción de la trascendencia divina y su firme fe en Dios.  Su reflexión y pensamiento no son sistemáticos, pues de plano rechaza toda construcción organizada de sistemas, al igual que declara su repugnancia a pensar en categorías conceptuales y razonamientos deductivos.  Su método consiste en una reflexión sobre la unidad concreta del vivir y el pensar en el existente, admitiendo como grandes realidades concretas al yo y al tú.

Nuestra existencia es impensable sin la existencia de Dios, pues nuestra existencia es participación de la de Dios, es por ello, que no hay que establecer la existencia sino reconocerla.

Pretende recuperar el racionalismo idealista fundamentando la realidad particular y singular, porque hay que captar la vida palpitante y trágica del individuo: “Creo que la exigencia de Dios no es otra cosa que la exigencia de trascendencia descubriendo su auténtico rostro... ninguna filosofía podrá dar un golpe de Estado instaurando como Dios algo que la conciencia creyente rehúsa conocer como tal”.

Gabriel Marcel afirma que el ser es un misterio, en cuanto podemos descubrir siempre facetas nuevas y nuevas formas de manifestación en él.

                        3.  Karl Jaspers.

                                   Pensamiento.  Considera el fundamento del filosofar y, por tanto, el de la existencia, como el esclarecimiento de la búsqueda del ser “por esto es necesario que el hombre, con esfuerzo resuelto, tome por sí mismo la propia determinación de su ser: este esfuerzo resuelto ya es existencia”.  Pues su meditación filosófica empieza considerando la situación espiritual del hombre actual.  Es la edad de la colectivización.

Jaspers formula sus ideas como llamamiento, conduce a la más franca orientación hacia el mundo, hace profundamente consciente la historicidad, analiza con especial insistencia las formas fundamentales de la comunicación humana, hasta que finalmente, mediante la experimentación de los límites del saber finito y de la seguridad finita en general (fracaso, situación límite) descubre la transformación decisiva de la existencia humana (el nacimiento de la existencia propiamente dicha) en el acto de percatarse de “trascendencia”, de Dios.

            D.  CORRIENTES EXISTENCIALISTAS

                        1.  Vitalismo.  El vitalismo concibe la vida como el desarrollo de la conciencia y de la libertad mediante múltiples procesos vitales que permiten la realización del ser humano en su concreta realidad, o mejor, como viviente, capacitado para conocer, no mediante la sola razón sino, por la experiencia adquirida a través de su proceso de vida y que se realiza no mediante esquemas racionales sino de sus propias vivencias.

En el vitalismo se dan múltiples respuestas a la pregunta ¿Qué es la vida? Pues cada cual habla desde su punto de vista.  El precursor más importante de esta corriente, a pesar de que no tiene una elaboración sistemática, es Federico Nietzsche por la importancia que le da a la vida y a la creatividad del hombre.  Además de éste encontramos otros representantes de menos trascendencia pero también significativos: Henri Bergson, Miguel de Unamuno y Ortega y Gasset.

                                   *  Principal Representante.

Federico Nietzsche.  Se caracteriza por distanciarse de las corrientes filosóficas de su época.  Se concibe como un ser importante para la historia y en concreto para su época.  Su pensamiento es calificado de nihilismo, comienza por captar los síntomas de la decadencia de su época acompañado por cierto disgusto por la propia existencia que le ha tocado vivir.  Advierte el surgimiento de una nueva voluntad de existir.

Su actitud filosófica tomada ante la existencia comienza por considerar que Dios ha muerto y con esto supone una interpretación histórica de la situación del hombre en la sociedad moderna: “convencido el hombre de la muerte de Dios no le queda nada.  Debe partir de la nada y construir su propio mundo, su propia interpretación de la realidad.  La auto desvalorización de todo cuanto hay al paso previo para empezar de nuevo y sin ningún condicionante”.

El nihilismo se sitúa en un nivel profundo que posibilita la transmutación de los valores tradicionales así el mundo que es caos sólo puede adquirir sentido si es el hombre quien, mediante su voluntad de poder, le otorga el sentido.

Nietzsche nos presenta el Súper Hombre como negación del hombre racional.  Al Súper Hombre no se le puede identificar con el hombre concreto, pues todavía no ha existido ni exista, sino que aparece como el ideal al que tiene que llegar el hombre, adquiriendo en abundancia la vida y la voluntad de poder.  Las características del Súper Hombre son:

·         Es libre: ya que se desahoga en espíritu de toda clase de remordimientos, descartando la vieja moral y retornando a la inocencia del paganismo.
·         Es creador: pues tiene poder para crear sus propios valores conforme a su naturaleza.  En consecuencia es él mismo quien dice lo que es bien o mal sin tener que referirse a ningún valor preexistente.
·         Es legislador: como no tiene más ley que su propia voluntad, se convierte en legislador del rebaño y en su tiranía impone, por la fuerza, sus valores y su voluntad; moldea a los hombres como barro y los sacrifica sin escrúpulos para su propia exaltación, “el hombre superior se distingue del inferior por la intrepidez con que provoca la desgracia”.

                        2.  Voluntarismo.  Esta corriente plantea que lo que prima es la voluntad por encima de todo, es decir, lo que caracteriza la acción humana a diferencia de un acontecimiento cualquiera, es que la acción humana es voluntaria, el hombre actúa con plena voluntad.

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