v El Psicoanálisis
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INTRODUCCIÓN
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Psicoanálisis, nombre que se da a un
método específico para investigar los procesos mentales inconscientes y a un
enfoque de la psicoterapia. El término se refiere también a la estructuración
sistemática de la teoría psicoanalítica, basada en la relación entre los procesos
mentales conscientes e inconscientes.
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TEORÍA
PSICOANALÍTICA
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Las técnicas del psicoanálisis y
gran parte de la teoría psicoanalítica basada en su aplicación fueron
desarrolladas por el neurólogo austriaco Sigmund Freud. Sus trabajos sobre la
estructura y el funcionamiento de la mente humana tuvieron un gran alcance,
tanto en el ámbito científico como en el de la práctica clínica.
2.1
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El
inconsciente
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La primera de las aportaciones
de Freud fue el descubrimiento de la existencia de procesos psíquicos
inconscientes ordenados según leyes propias, distintas a las que gobiernan la
experiencia consciente. En el ámbito inconsciente, pensamientos y sentimientos
que se daban unidos se dividen o desplazan fuera de su contexto original; dos
imágenes o ideas dispares pueden ser reunidas (condensadas) en una sola; los
pensamientos pueden ser dramatizados formando imágenes, en vez de expresarse
como conceptos abstractos, y ciertos objetos pueden ser sustituidos y
representados simbólicamente por imágenes de otros, aun cuando el parecido
entre el símbolo y lo simbolizado sea vago, o explicarse sólo por su
coexistencia en momentos alejados del presente. Las leyes de la lógica, básicas
en el pensamiento consciente, dejan de ejercer su dominio en el inconsciente.
Comprender cómo funcionan los procesos
mentales inconscientes hizo posible la comprensión de fenómenos psíquicos
previamente incomprensibles, como los sueños. A través del análisis de los
procesos inconscientes, Freud vio que este estado servía para proteger el sueño
(el reposo) del individuo contra los elementos perturbadores procedentes de
deseos reprimidos, relacionados con las primeras experiencias del desarrollo
que afloran en ese momento a la conciencia. Así, los deseos y pensamientos
moralmente inaceptables, es decir, el ‘contenido latente’ del sueño, se
transforman en una experiencia consciente, aunque no inmediatamente
comprensible, a veces absurda, denominada ‘contenido manifiesto’. El
conocimiento de estos mecanismos inconscientes permite al analista invertir el
proceso de elaboración onírica, por el que el contenido latente se transforma
en el contenido manifiesto, accediendo a través de la interpretación de los
sueños a su significado subyacente.
2.2
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Pulsiones
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Una suposición esencial de la teoría
freudiana es que los conflictos inconscientes involucran deseos y pulsiones
(instintos), originadas en las primeras etapas del desarrollo. Al serle
desvelados al paciente los conflictos inconscientes mediante el psicoanálisis,
su mente adulta puede encontrar soluciones inaccesibles a la mente inmadura del
niño que fue. Esta descripción de la función que cumplen las pulsiones básicas
en la vida humana es otra de las aportaciones cruciales de la teoría freudiana.
Según su teoría sobre la
sexualidad infantil, la sexualidad adulta es el resultado de un complejo
proceso de desarrollo que comienza en la infancia, pasa por una serie de etapas
ligadas a diferentes funciones y áreas corporales (oral, anal y genital), y se
corresponde con distintas fases en la relación del niño con los adultos,
especialmente con sus padres. En este desarrollo es esencial el periodo edípico
(véase Complejo de Edipo), momento en el que el niño por primera vez es
capaz de establecer un vínculo afectivo con su progenitor del sexo opuesto,
semejante a la relación de un adulto con su pareja, con lo que el progenitor
del mismo sexo es considerado un rival. La inmadurez psíquica del niño condena
al fracaso los deseos infantiles y malogra su primer paso hacia lo adulto.
Además, la inmadurez intelectual del niño complica aún más la situación porque
le hace temer sus propias fantasías. El grado en el que el niño supere este
trauma y en el que estos vínculos, miedos y fantasías pervivan de modo
inconsciente será decisivo en su vida posterior, especialmente en sus
relaciones afectivas.
Los conflictos que ocurren en las
etapas iniciales del desarrollo no son menos significativos como influencia
formativa, porque representan los prototipos iniciales de situaciones sociales
tan básicas como la dependencia de otros o la relación con la autoridad. Por
ello, en estas primeras etapas de su desarrollo, también será básico en la
formación de la personalidad del niño el comportamiento de los padres. Sin
embargo, el hecho de que el niño reaccione no sólo ante la realidad objetiva,
sino también ante la distorsión fantástica de la realidad, complica
significativamente incluso los esfuerzos educativos mejor intencionados.
2.3
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El
ello, el yo y el superyó
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El esfuerzo por clarificar el
desconcertante número de observaciones interrelacionadas puestas a la luz por
la exploración psicoanalítica, condujo al desarrollo de un modelo de estructura
del sistema psíquico. Tres sistemas funcionales, o instancias, se distinguen en
este modelo: el ello, el yo y el superyó.
La primera instancia se refiere a
las tendencias impulsivas (entre ellas, las sexuales y las agresivas) que
parten del cuerpo y tienen que ver con el deseo en un sentido primario,
contrarias a los frutos de la educación y la cultura. Freud llamó a estas
tendencias triebe, que literalmente significa ‘pulsión’ pero que a
menudo se traduce con impropiedad como ‘instinto’. Estas pulsiones exigen su
inmediata satisfacción, y son experimentadas de forma placentera por el
individuo, pero desconocen el principio de realidad y se atienen sólo al
principio del placer (egoísta, acrítico e irracional).
Cómo conseguir en el mundo
real las condiciones de satisfacción de esas pulsiones básicas es tarea de la
segunda instancia, el yo, que domina funciones como la percepción, el pensamiento
y el control motor, para adaptarse a las condiciones exteriores reales del
mundo social y objetivo. Para desempeñar esta función adaptativa, de
conservación del individuo, el yo debe ser capaz de posponer la satisfacción de
las pulsiones del ello que presionan para su inmediata satisfacción, con lo que
se origina la primera tensión. Para defenderse de las pulsiones inaceptables
del ello, el yo desarrolla mecanismos psíquicos específicos llamados mecanismos
de defensa. Los principales son: la represión —exclusión de las pulsiones de la
consciencia, para arrojarlas a lo inconsciente—, la proyección —proceso de
adscribir a otros los deseos que no se quieren reconocer en uno mismo— y la
formación reactiva —establecimiento de un patrón o pauta de conducta contraria
a una fuerte necesidad inconsciente. Tales mecanismos de defensa se disparan en
cuanto la ansiedad señala el peligro de que las pulsiones inaceptables
originales puedan reaparecer en la conciencia.
Una pulsión del ello llega a
hacerse inadmisible, no sólo como resultado de una necesidad temporal de
posponer su satisfacción hasta que las condiciones de la realidad sean más
favorables, sino, sobre todo, debido a la prohibición que los otros
(originalmente los padres) imponen al individuo. El conjunto de estas demandas
y prohibiciones constituye el contenido principal de la tercera instancia, el
superyó, cuya función es controlar al yo según las pautas morales impuestas por
los padres. Si las demandas del superyó no son atendidas, la persona se sentirá
culpable, culpabilidad que también se manifiesta como ansiedad y/o vergüenza.
El superyó, que según la teoría
freudiana se origina en el esfuerzo de superar el complejo de Edipo, es
parcialmente inconsciente, debido a que tiene una fuerza semejante (aunque de
signo opuesto) a la de las pulsiones, y puede dar lugar a sentimientos de culpa
que no dependan de ninguna transgresión consciente. El yo, instancia mediadora
entre las demandas del ello, las exigencias del superyó y el mundo exterior,
puede no tener el poder suficiente para reconciliar estas fuerzas en conflicto.
Es más, el yo puede coartarse en su desarrollo al ser atrapado en sus primeros
conflictos, denominados fijaciones o complejos, pudiendo volverse hacia modos
de funcionamiento primarios en el desarrollo psíquico y hacia modos de
satisfacción infantiles. Este proceso se conoce como regresión. Incapaz de
funcionar normalmente, el yo sólo puede mantener su control limitado y su
integridad desarrollando síntomas neuróticos, a través de los cuales se expresa
la tensión del aparato psíquico.
2.4
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Ansiedad
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Piedra angular de la teoría y
la práctica del psicoanálisis moderno es el concepto de ansiedad, un tipo de
experiencia que implica una reacción contra ciertas situaciones peligrosas.
Estas situaciones de peligro, tal como las describe Freud, son el miedo a ser
abandonado, a perder el objeto amado, el miedo a la venganza y al castigo, y la
posibilidad de castigo por parte del superyó. En consecuencia, los síntomas,
los desórdenes de la personalidad y de los deseos, así como la propia
sublimación de las pulsiones, representan compromisos, diferentes formas de
adaptación que el yo intenta desarrollar con mayor o menor éxito, para
reconciliar las diferentes fuerzas mentales en conflicto.
3
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ESCUELAS
PSICOANALÍTICAS
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Varias escuelas psicoanalíticas han
adoptado otras denominaciones para indicar sus diferencias con las teorías
freudianas ortodoxas.
3.1
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Carl
G. Jung
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Carl Gustav Jung, uno de los
primeros alumnos de Freud, creó un movimiento que designó él mismo como
psicología analítica. Como Freud, Jung utilizó el concepto de libido; sin
embargo, rechazó el carácter exclusivamente sexual de la libido, y consideró
que ésta constituía una energía de carácter universal basada en el conjunto de
los instintos y pulsiones creativas que constituyen la fuerza motivadora de la
conducta humana.
Según Jung, el inconsciente se
compone de dos partes: el inconsciente personal, que contiene el resultado de
la experiencia global de un individuo, y el inconsciente colectivo, reserva de
la experiencia humana. En el inconsciente colectivo hay una serie de imágenes
esenciales, a las que él denomina arquetipos, comunes a todos los individuos de
un país o de un momento histórico concreto. Los arquetipos se constituyen así en
unidades de conocimiento intuitivo que sólo existen en el inconsciente
colectivo del individuo y que se manifiestan en leyendas, obras artísticas,
prejuicios sociales... y, por supuesto, en los sueños.
Cuando la mente consciente no
contiene imágenes propias, como durante el sueño, o cuando la conciencia es
sorprendida (al no estar en guardia), los arquetipos empiezan a funcionar. En
su origen, eran modos primitivos de pensamiento que tendían a personificar los
procesos naturales en términos mitológicos (como espíritus del bien y del mal,
hadas y dragones). La madre y el padre también se establecen como arquetipos
básicos.
Otro concepto importante en la teoría
de Jung es la existencia de dos tipos básicos y opuestos de personalidad,
actitud mental y función psíquica dominante: la extraversión y la introversión.
Cuando la libido y el interés general se vuelven hacia las personas y los
objetos del mundo exterior, se dice que la persona en cuestión es extrovertida.
Cuando se da la tendencia contraria, y la libido y los intereses se centran en
el propio individuo, se habla de personalidad introvertida. En una persona
completamente normal esas dos tendencias se alternan, sin que ninguna de ellas
predomine sobre la otra, pero la libido suele tener preferencia por una de
ellas, por lo que los dos tipos de personalidad son fácilmente reconocibles.
Jung rechazó la distinción
freudiana entre el yo y el superyó, pero reconoció una parte diferenciada de la
personalidad, con ciertas similitudes con el superyó, a la que denominó
persona, que consiste en lo que aparentamos frente a los demás, en oposición a
lo que en realidad somos. La ‘persona’ es el rol que los individuos eligen
representar en la vida, la impresión global que desean transmitir de sí mismos
en el mundo social exterior.
3.2
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Alfred
Adler
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Alfred Adler, otro de los
discípulos de Freud, se diferenció tanto de éste como de Jung al acentuar la
importancia que en la motivación humana tiene el sentimiento de inferioridad,
que comienza desde el momento en que el niño es consciente de la existencia de
otros más capaces de cuidar de sí mismos y de dominar su entorno. Desde que
aparece el sentimiento de inferioridad, el niño trata de superarlo, debido a lo
intolerable que le resulta, ya que puede ocasionar el descontrol de los
mecanismos compensatorios organizados por la estructura psíquica, determinando
actitudes neuróticas egocéntricas (véase Egocentrismo),
sobrecompensaciones e, incluso, la huida del mundo real y sus problemas.
Adler hizo hincapié en que los
sentimientos de inferioridad nacen de las que él consideraba las tres
relaciones más importantes: las que el individuo mantiene con su trabajo, con
los amigos y con su objeto amado. El intento de evitar el sentimiento de
inferioridad en estas relaciones conduce al individuo a adoptar objetivos
vitales poco realistas, que a menudo se manifiestan como una voluntad poco
razonable de poder y dominio que conduce a diversos tipos de comportamiento
antisocial, desde la intimidación y la presunción a la tiranía política. Adler
creía que el análisis podía fomentar un sentimiento sano y razonable de
pertenencia a la comunidad, más constructivo que destructivo.
3.3
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Otto
Rank
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Otro discípulo de Freud, Otto
Rank, introdujo una nueva teoría de la neurosis, atribuyendo todas las perturbaciones
neuróticas al trauma inicial del nacimiento. En sus últimas investigaciones,
describe el desarrollo individual como una progresión desde la absoluta
dependencia de la madre y de la familia a la independencia física, que va unida
a la dependencia intelectual del entorno social, llegando finalmente a
completarse la emancipación intelectual y afectiva del individuo. Rank también
daba gran importancia a la voluntad, definida como la organización y la
integración positivas de la personalidad que utiliza de forma creativa los
impulsos instintivos, al tiempo que los controla e inhibe.
3.4
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Otras
escuelas psicoanalíticas
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Las últimas innovaciones a la teoría
psicoanalítica que merecen mención son las de los psicoanalistas Erich Fromm,
Karen Horney y Harry Stack Sullivan. Las teorías de Fromm hacen especial
hincapié en la idea de que el individuo y la sociedad no son fuerzas opuestas
ni separables, en que la naturaleza de la sociedad viene determinada por su
pasado histórico y en que las necesidades y deseos de las personas están en
gran medida determinados por su contexto social. Como resultado de este punto
de vista, Fromm creía que el problema fundamental de la psicología y del
psicoanálisis no era resolver los conflictos entre los fijos e inamovibles
impulsos instintivos del individuo y las exigentes e inamovibles leyes y normas
sociales, sino armonizar y comprender las relaciones entre ambos. Fromm también
hizo hincapié en la importancia que tiene para los individuos desarrollar su
capacidad para utilizar plenamente su potencial perceptivo, emocional e
intelectual.
Horney trabajó básicamente en el
terreno de la psicoterapia (en concreto con las neurosis), estableciendo una
distinción básica entre situación neurótica y carácter neurótico. La primera nace
de la ansiedad asociada a un conflicto simple, como la necesidad de enfrentarse
a una decisión difícil. Aunque pueda paralizar al individuo temporalmente,
haciéndole imposible pensar o actuar de forma eficaz, tales neurosis no están
profundamente enraizadas. Por el contrario, la personalidad neurótica posee,
debido a su carácter, una ansiedad y una hostilidad básicas, fruto de la
carencia afectiva durante la infancia.
Por último, Sullivan creía que
todo el desarrollo podía describirse exclusivamente en términos de las
relaciones con los demás. Los distintos tipos de personalidades, así como los
síntomas neuróticos, se explican como resultado del combate contra la ansiedad
que nace de las relaciones con los demás, actuando como un sistema de seguridad
que se mantiene con el propósito de mitigarla.
3.5
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Melanie
Klein
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Otra importante escuela de pensamiento
psicoanalítico, especialmente en Europa y Latinoamérica, es la conocida como
‘escuela inglesa’, que se basa en las enseñanzas de esta autora británica, que
provienen básicamente de sus observaciones en el campo del psicoanálisis
infantil.
Klein postuló la existencia de
complejas fantasías inconscientes en los niños, incluso de menos de seis meses,
cuya principal fuente de ansiedad es la amenaza sobre la propia existencia por
el instinto de muerte. Dependiendo de cómo se materialicen las representaciones
concretas de las fuerzas destructivas en la vida inconsciente fantaseada por el
niño, aparecerían dos primeras actitudes básicas que Klein denominó ‘posición
paranoide’ y ‘posición depresiva’. En la paranoide, la defensa del yo se
realiza proyectando los objetos internos peligrosos hacia algún elemento
exterior que los represente, elemento que pasará a considerarse como una
amenaza procedente del mundo exterior. En la depresiva, el objeto amenazador es
retenido dentro del propio individuo, con lo que aparecen los síntomas de la
depresión y de la hipocondría. Aunque hay serias dudas de que tales complejos
infantiles actúen realmente en la mente del niño, estas observaciones han
tenido bastante importancia en el desarrollo de la psiquiatría y la psicología
de las fantasías inconscientes, delirios paranoides y teorías vinculadas en
general con las primeras relaciones objetales.
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